La cerámica de Sediles que encandila a Netflix
Néstor Pablo volvió a sus raíces en 2018 al fundar Cerámica Saedile, taller artesano que crece exponencialmente. Trabaja para una serie de la plataforma
Platos, cuencos, jarrones, vasijas, botijos, ornamentos, pilas para lavabo y teteras que fusionan cerámica y madera. Néstor Pablo Roldán presenta con mimo cada una de las piezas que salen de su taller artesano, que en el último año ha pasado de ubicarse en un espacio de unos 30 metros cuadrados a contar con una nave cedida de 500, que va camino de quedarse pequeña. “Hace 9 años era miembro de la Unidad Militar de Emergencias, pero me replanteé donde quería estar. En 2012 compré aquí una casa para rehabilitarla y desde 2017 fui haciendo piezas. Mientras terminaba Bellas Artes, empecé a hacer encargos y a cogerle el gusto a la cerámica como forma de vida, no solo como afición”. A sus 37 años, está asentado en la localidad.
En este municipio tenía las raíces la familia de Néstor antes de emigrar a Zaragoza, y en Sediles las está echando él. “Me gusta la tranquilidad, y un pueblo es eso. Mi cerámica necesita de ese contexto, porque estoy todo el día en un museo o en un libro. El ancla fue la casa, pero entré en la peña de los quintos, conocí a mi pareja y su familia, que es una bendición porque son un equipo y me ayudan, y siento que el pueblo me apoya. Ya me dicen forastero a medias”, bromea. De forma paulatina, de encargos y trabajos puntuales, pasó a ganarse un espacio propio con la cerámica.
“Vi que no había que enfocarla a nivel local ni con sentido turístico, sino para hacer un producto diferente y conseguir algo que se pueda considerar exclusivo; una cerámica histórica para exponer, pero también para el día a día y a un precio asequible”, apunta. Néstor optó por especializarse en la cerámica andalusí. “Personalmente, después de investigar, me parece el periodo más bestial de España en sector, con una cerámica, acabados y técnicas increíbles e influencias de Bagdad, Irán, Asia Central o China. En Francia lo valoran muchísimo”.
Para conseguirlo, además de jornadas maratonianas manchándose las manos de torno y aplicándose con el horno, se sumerge en la investigación. “Me hubiera gustado ser arqueólogo, y creo que estoy haciendo la mejor parte: trabajar con piezas ya rescatadas, muchas de ellas no expuestas y tener el privilegio de devolverles a la vida”, indica. Obtener ese resultado implica, según enumera Néstor, “bucear en libros y la red, hablar con museos, pedir permisos…”. A eso le añade trabajar con materia prima que ha ido a buscar a las Bardenas, al Moncayo o a Monegros.
Fruto de ese trabajo, del boca a boca tradicional y con el nuevo cuño de las redes sociales, este pequeño taller ubicado en las faldas de la Sierra Vicor tiene un gran encargo entre manos: más de 200 piezas que servirán para ayudar en la ambientación histórica de una serie de la plataforma Netflix. “No podemos decir qué serie, pero llevamos ya tiempo con este trabajo y para nosotros es una prueba; estamos dando lo máximo”, revela, mientras señala las cajas –cuidadosamente retiradas– donde se ubican las obras.
Con vista al futuro, y tildándolo de “antojo”, Néstor reconoce que uno de sus objetivos es “recuperar la cerámica andalusí de Calatayud”. Para ello quiere encontrarse con los responsables del Museo bilbilitano, y así poder ubicar pistas para hacer realidad este sueño.
Mermelada y aceite, asideros para poner freno a la despoblación
El sector agroalimentario es en Sediles uno de los asideros para fijar población. Allí tienen su sede, además de la Cooperativa Sierra Vicor, otras dos empresas: Mermeladas La Vicora y La Almazara de Inés. En el caso de la primera entidad, sirvió para retomar la actividad que en su día desarrollaba la sociedad San Félix. “A través de la cooperativa conseguimos conservar los olivos centenarios y seguir la tradición de tantos años y que pusieron en marcha personas tan humildes”, destaca Miguel Gimeno. Es uno de los 12 socios que integran la entidad, que gestiona cerca de 100 toneladas de oliva por campaña, de las que 60 provienen del pueblo y que se embotellan en la enseña Oro de Sediles.
Bajo la marca La Caserica, Inés Pablo y Antonio Catalán pusieron en marcha hace 15 años una almazara propia. “Empezó con la idea de que fuera solo para casa, y mi marido rescató la maquinaria prácticamente del desguace en Andalucía”, explica. Ahora gestionan cerca de 100 toneladas de olivas, propias y de otros, que en forma líquida marchan a Madrid, Barcelona, Bilbao o Zaragoza. “Lo hacemos en frío, lo que preserva la intensidad y la calidad”, remarca.
La Vicora es otro caso singular. “Empezamos en 2011 con apenas 7 variedades, las más clásicas de melocotón o albaricoque, hasta ahora que hacemos unas 20: pimiento, cebolla, tomate o las menos corrientes como la de setas o un gelificado de vino tinto de la D. O. Calatayud”, detalla Luisa Pablo, fundadora del negocio junto a su hermana Carmen.
El negocio de La Vicora ha ido creciendo: de ser un producto que preparaba Carmen para los huéspedes de su casa rural, pasaron a vender en tiendas de pequeño comercio y realizar detalles para bodas y comuniones, firmaron un acuerdo con Eroski y en pleno confinamiento cerraron un pedido con destino a Japón.
Dos museos municipales para ahondar en la historia agrícola local
La actividad del sector primario sirve también para dotar de vida a dos museos locales. Desde hace poco más de un año, Sediles cuenta con el museo del aceite, donde se exponen las herramientas tradicionales. “Es una almazara de comienzos del siglo XX que se conserva con los elementos que se utilizaban entonces; se completará también con fotografías antiguas”, explica Juan Luis Condón, alcalde de la localidad. Se añadirá próximamente un museo del vino en una antigua bodega-cueva de hace 60 años. “Se han añadido cosas, pero encontramos una prensa de madera y soga, que podría ser del siglo XVII; es una joya”, destaca. El regidor explica que la intención es habilitar, a través de la web www.sediles.es o del perfil de Facebook “Sediles Sediles”, la posibilidad de concertar citas previas para visitas guiadas a estos espacios, organizar catas de aceites y mermeladas o talleres de cerámica.
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