Daniel Zuloaga Boneta
Soy ceramista
Presentación
Se cumple en este mes de diciembre de 2021 el centenario de la muerte de uno de los ceramistas más prestigiosos, prolijos y creativos de la historia de la cerámica moderna española: Daniel Zuloaga Boneta. Había nacido en 1852 y su muerte se produjo en Segovia, el 27 de diciembre de 1921, ciudad en la que desarrolló gran parte de su actividad artística, principalmente en la última etapa de su vida.
Daniel Zuloaga pintado por su sobrino Ignacio Zuloaga en 1918
Para conmemorar este centenario se han organizado diversos actos principalmente por la Fundación Zuloaga y por el Museo Zuloaga, de propiedad estatal, adscrito al Museo de Segovia. Ambas instituciones incorporan en su denominación el apellido de esta saga de artistas y creadores que destacan en la pintura y en la cerámica. Daniel fue uno de ellos.
La Asociación de Amigos de la Cerámica Niculoso Pisano quiere sumarse a esta celebración. Para ello, dedicaremos nuestras habituales secciones de la Pieza del Mes y el Libro del Mes al artista, así como Boletín Monográfico, mediante el cual intentamos, de manera sucinta y gráfica, dar a conocer su vida y su obra, sus aportaciones a la cerámica de la época, el intenso trabajo desarrollado en las diferentes fábricas para las que trabajó, pero principalmente en su última etapa en Segovia, en su Taller de San Juan de los Caballeros. En esta etapa contó, también, con la colaboración de su familia, su esposa y sus hijos Juan, Esperanza, Cándida y Teodora. Ellos van a continuar con la actividad una vez desaparecido Daniel.
Segovia acoge actualmente un museo dedicado a los Zuloaga en el mismo espacio donde estaba el Taller. El museo se inauguró en 1949 y, tras diversos avatares, se volvió a abrir bajo el patronazgo del Ministerio de Cultura en 1998 para exponer una amplia muestra de las piezas que salieron de este taller, así como bocetos de decoraciones arquitectónicas hechas por el propio artista para varios lugares de España. También acoge muestras de pinturas, tanto suyas como de su sobrino Ignacio Zuloaga.
Hoy, en su centenario, el museo funciona como una filial del Museo de Segovia con una actividad reducida en los últimos años, pero que, con ocasión de esta celebración ha recobrado actividad. En opinión de uno de sus familiares directos, su biznieto Juan Daniel, el Museo “…después de casi un lustro abriendo solo los miércoles por la mañana, es una mejora muy notable que abra todos los días, ojalá perdure», y considera que sería muy interesante que el archivo del espacio museístico «con muchísimas fotos, bocetos y documentos fuese más accesible para investigar o divulgar». [1]
Iglesia de San Juan de los Caballeros
Entre los eventos más destacados para celebrar el centenario, que conocemos a la hora de presentar este Monográfico, pueden citarse:
– La Exposición temporal “Daniel Zuloaga. Soy ceramista”, organizada por la Junta de Castilla y León. Con ella se culmina un trabajo de investigación y difusión de la obra y la figura de Daniel Zuloaga. Está coordinada por Abraham Rubio Celada y Santiago Martínez Caballero, autor de los textos y del catalogo que se ha editado sobre ella.
– Celebración en Segovia del XXIII Congreso de la Asociación de Ceramología (octubre 2021) donde se ha analizado la figura de Daniel Zuloaga en el contexto de su época y de las relaciones con otros ceramistas del momento, activos en otros lugares de España.
Para la Asociación Amigos de la Cerámica “Niculoso Pisano” es un orgullo contar entre nuestros asociados con el ceramista Juan Daniel Zuloaga, descendiente directo de Daniel Zuloaga Boneta y nos honra contar con la amistad de uno de los más prestigiosos investigadores de la obra de Zuloaga, el historiador Abraham Rubio Celada, autor de una tesis sobre la cerámica de Daniel: De la tradición a la modernidad: “LOS ZULOAGA CERAMISTAS “ (Madrid. 2004) y de muchas otras publicaciones relacionadas con su obra. [2]
Anteriormente a esta publicación, hay que hacer referencia a otra tesis doctoral realizada por María Jesús Quesada Martín, “Daniel Zuloaga, ceramista y pintor”, en la Universidad Complutense de Madrid, defendida en 1984. [3]
Abraham es, por otro lado, el autor de la pieza del mes de (Diciembre, 2021) dedicada a uno de los trabajos más destacados y completos de Daniel Zuloaga que se conserva en la catedral de Segovia: el retablo y altar de la capilla del Cristo de Lozoya.
Recientemente, nos hemos hecho eco de una entrevista en la prensa segoviana en la que ambos hablan sobre la celebración del Centenario. [4]
Después de 100 años, está bien volver a leer las sabias palabras de Daniel: “Lo que más quiero es el Arte; lo que me infunde apego a la vida es el afán de hacer vivir obras bellas; pudiendo crear, anhelaría vivir eternamente, siempre…Y antes de perder mis facultades creadoras, ansío la paz de la muerte”. [5]
[1] Zuloaga veía cumplido un sueño. Había instalado su taller en una antigua iglesia San Juan de los Caballeros, desamortizada, y que adquirió en octubre de 1905 por un importe de 5000 pesetas. RUBIO CELADA. A. “Los Zuloaga, artistas de la cerámica”. Madrid, 2007.
[2] https://www.eldiasegovia.es/noticia/Z8C09B62F-9CA1-C24C-D5851F6669FD65D3/202109/un-siglo-sin-zuloaga
[3] https://webs.ucm.es/BUCM/tesis//ghi/ucm-t28044.pdf
[4] https://eprints.ucm.es/id/eprint/53129/
[5] https://asociacionpisano.es/un-siglo-sin-zuloaga/.
Daniel Zuloaga Boneta (1852-1921)
Algunas pinceladas biográficas, artísticas y profesionales
Siguiendo como hilo conductor el discurso de la reciente Exposición “Daniel Zuloaga: Soy Ceramista” que han comisariado Abraham Rubio Celada y Santiago Martínez Caballero [1] se puede afirmar que Daniel “fue uno de los protagonistas más importantes de la historia de la cerámica española”, entre otros razones porque introdujo en España los estilos de moda en Europa, a la que viajó, donde estudió y trabajó, conocidos como el Neorrenacimiento y el Modernismo.
Por acercamiento histórico y profesional, situamos a Zuloaga Boneta en el mismo contexto que vivió nuestro recientemente recordado ceramólogo José Gestoso Pérez, que mantuvieron correspondencia y admiración mutua, ocupado apasionadamente por la recuperación de la cerámica sevillana y por su impulso a la industria cerámica en el primer tercio del siglo XX, cuando los ilusionados empresarios del sector (Julio Laffitte, Fernando Soto, Enrique Mensaque, García Montalván, etc.) llevaron a la industria cerámica a cotas de producción, calidad y exportación desconocidas hasta entonces en Triana.
Comenta su biznieto Juan Daniel que “su bisabuelo, en su época, además de un gran ceramista o artista, fue considerado «todo un personaje, por su carácter, sus ideas, su larga barba, su taller en una iglesia románica y su pasión por el arte» aunque «con el cambio de gustos y modas, sobre todo a partir de finales del siglo XX (…) se le miró desde la óptica actual como anticuado, como representante de un arte menor, el de la cerámica». [2]
Los hermanos Guillermo, Daniel y Germán se iniciaron en el negocio de la cerámica, apoyados por su padre D. Eusebio Zuloaga González . En 1865 los tres se encuentran trabajando en la fábrica de porcelana de Sèvres (cerca de París) como estudiantes en la Escuela de Cerámica que mantenía la fábrica de porcelana de Sèvres. Allí estudiaron Química con Regnault y con el director Salvetat, los procesos de fabricación con Millet, las técnicas de pintura y la decoración de piezas con Paul Avis y con Renard y, el dibujo, con Peyre. Una formación “inicial” magistral que los convertiría en grandes conocedores de los procesos cerámicos, fundamental para su posterior desarrollo artístico y profesional. De los tres, Guillermo será el que más tiempo estudió en Sèvres y, en consecuencia, mejor formación y conocimientos adquirió, lo que le permitiría, posteriormente, destacar como un prestigioso ceramista, trabajar como director de la fábrica de la Moncloa y ejercer como profesor en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid. [3]
Gracias a la influencia de su padre y como consecuencia de una audiencia que Eusebio Zuloaga mantuvo con el rey Alfonso XII el 13 de julio de 1877, se les cede el uso de unos terrenos en la Moncloa para que Daniel Zuloaga y sus hermanos establecieran una escuela de artes cerámicas y una fábrica de lozas finas, a cambio de prestaciones docentes. Éstas consistían en mantener una escuela gratuita para doce alumnos a los que debía iniciar en las artes cerámicas y ceder los moldes de sus piezas a las escuelas de artes y a los museos.
Los hermanos Zuloaga con los trabajadores de la fábrica de la Moncloa hacia 1883. (Foto. Museo Segovia)
En la época de sus trabajos en la Fábrica de la Moncloa no manejaban una economía saneada y tuvieron que emplearse en otros trabajos de encargos y para Exposiciones, como la Exposición Universal de París de 1878.
Daniel, poco tiempo después, ejerce de Director en la Moncloa empleando sus hornos para realizar los imponentes paneles de la Escuela de Ingenieros de Minas (Madrid, 1888). También impartirá clases en la Escuela Central de Artes y Oficios, una dedicación docente que combinó de forma periódica con su actividad creativa durante toda su vida.
En el año 1893 le surge la oportunidad de ir a trabajar a la fábrica de cerámica que los hermanos Vargas tenían en Segovia, conocida como La Segoviana. A partir de entonces, junto a su sobrino y destacado pintor, Ignacio Zuloaga, (gran aficionado a los toros) se implicarán en la vida social de la ciudad, viajarán y pintarán juntos y dedicarán parte de sus recursos al coleccionismo. Muchos de esos viajes serán a Sevilla [4], donde conocen a ganaderos de la época y participarán en tertulias en los cafés sevillanos. Visitarán los cortijos de Félix Urcola en la cercana localidad de Lora del Río, concretamente el conocido como Zahariche, hoy perteneciente a los descendientes de D. Eduardo Miura, donde pastan los prestigiosos toros.
En esta época de La Segoviana, Daniel mantuvo buenos contactos con la Casa Real y no solo diseñó piezas modernistas, sino que, como comenta Abraham Rubio, “supo aunar este nuevo estilo con la tradición cerámica hispanomusulmana, como se puede observar en el Jarrón de la Alhambra.”
Detalle del zócalo de Zahariche. Daniel Zuloaga (1909). Fotografía de Jesús Marín García.
Ignacio pintó escenas taurinas e influyó en su tío Daniel, una de cuyas obras más destacadas fueron los frisos cerámicos para el comedor de la finca de Félix Urcola en Zahariche. [5]
Ignacio se instaló en Alcalá de Guadaíra como empleado de una compañía minera, llegando incluso a estoquear un novillo en un festejo, tal como lo documentó José Romero Portillo en su espléndido libro «Ignacio Zuloaga en Sevilla» (2015). También tuvo taller en la Casa de los Artistas.
Daniel, tras una breve estancia en Pasajes de San Juan (Guipúzcoa) como director, donde trabajó la porcelana, vuelve a Segovia para instalar definitivamente su taller en la iglesia de San Juan de los Caballeros. Allí va a contar con sus hijos Juan, Esperanza y Teodora, además de con una destacada nómina de artesanos que dieron prestigio al taller. Eran tantos los pedidos, que se producían retrasos en la entrega de las piezas.
1921 fue un año importante para Daniel ya que pudo, por pocos meses, disfrutar de una vivienda en San Juan de los Caballeros. El 27 de diciembre de ese mismo año, moriría en Segovia. Tras su muerte, en 1922, se llevó a cabo una exposición póstuma de su obra, organizada en Madrid por sus descendientes, donde se mostraba su recorrido artístico, así como las formas y estilos que el artista desarrolló durante más de 50 años. En palabras de su biógrafo Abraham Rubio, se trataba de “un auténtico repaso a la historia de la cerámica española, empezando por el historicismo, siguiendo con el modernismo y acabando con el personalísimo estilo regionalista de tipos, paisajes, durante la estética del 98”.
Desgraciadamente, la obra de Daniel Zuloaga, como afirmaba su biznieto, no gozó del prestigio merecido tras su muerte y no se incorporaría a las colecciones de los Museos y, lo que es más preocupante, con el cambio de gustos y modas, sobre todo a partir de finales del siglo XX.
No obstante, esta pesimista leyenda no es compartida por los grandes analistas de su obra que consideran que Daniel Zuloaga es “uno de los ceramistas con mejor fortuna crítica en la historia de la cerámica española”[6]. Prueba de ello es la gran cantidad de publicaciones que lo abordan, la presencia cada vez más patente de obras suyas en los grandes museos y el interés de coleccionistas por sus obras.
Sobre la figura de Daniel se ha escrito mucho. Recogemos aquí algunos comentarios a modo de conclusión.
Daniel Zuloaga en su taller laboratorio de San Juan de los Caballeros en 1915. Foto: Museo de Segovia
Sobre su carácter y su fisonomía se escribía:
En el Adelantado de Segovia (13 agosto de 1913), se escribía: “la figura de Daniel aparece arrancada de un cuadro del Greco. La cabeza algo asimétrica, se asienta altiva sobre el busto esbelto y seco del pintor. Esta asimetría es reveladora de genio… El sentimiento de la belleza, del arte, vibra en su alma con singular poder…” “Con sus barbas blancas, era por su temperamento el más joven de los artistas que se reunían en aquel cenáculo de “Els Quatre Gats”. Noticiero Universal (noviembre 1.916)
En una publicación de la Ilustración Española y Americana aparecida en mayo de 1918, Félix Paredes, impactado por la presencia del artista en su taller de Segovia, escribe:
“He aquí que, al estrechar la mano del ilustre ceramista, nos sobrecogemos un poquito…le encontramos apostólico y patriarcal, con la energía del tronco añoso, que cada año produce un fruto en sazón. Las barbas blancas, castellanas y sacerdotales; el ceño ligeramente fruncido, la frente ancha y noble; el cuerpo, que no se encorva todavía, y la firme expresión de sus ojos, pequeños y hundidos, bajo unas cejas que acusan el abolengo genuinamente español, nos dan exacto conocimiento de una admirable cabeza de estudio.“ “Zuloaga es personal, es absoluto; odiando los amaneramientos, creyendo, y creyendo bien que hacer lo que hacen otros, no es hacer sino deshacer y retroceder lamentablemente, habiendo conseguido el mejor bajorrelieve del humano arte, el bajorrelieve de aquello que, por ser unipersonal, no admite comparación con nada. Daniel Zuloaga, colocado en un plano que nadie puede discutirle, es eso, personal».
La rutina, le indigna; los fines industriales, le sofocan, y el arte por el arte, ejerce sobre él una influencia que sólo se puede parangonar con la que el Infinito ejerce sobre la limitación de la criatura. Ha sabido, no esclavizarse a la labor, sino esclavizar a la labor, dominarla, convertirla, inventarla de nuevo, y dar a la cerámica, dificultosa y, a veces, ingrata, fidelidades, agradecimientos y sencilleces, que, dentro del cuadro de complicaciones forzosas, conducen a una artística regeneración que tanto más progresa cuanto más se ahonda en ella. Tiene un proyecto, al que ama tiernamente: el de construir un gran horno, que llegará a altas temperaturas, donde piensa producir porcelanas y gres, y fabricar la vajilla de tipo español, con el moderno refinamiento y saliéndose de los moldes acostumbrados. (Palabras textuales del maestro.)
Complaciente en extremo, amigable, solícito y franco, con esa franqueza española del terruño castellano, que trata a todos en la misma medida, y que, sin embargo, guarda miramientos de hidalguía para todas las clases y matices, nos hace, con la palabra breve, contundente y leal, un panegírico de los reflejos de su cerámica. Ha puesto en ellos más de la mitad de su vida, algo así como una ilusión más, reflejos valientes, decididos y audaces, que no se separan de la retina nunca y que nos hacen meditar muy detenidamente en que a Zuloaga no se le podía escribir una carta sin lacrarla con uno de esos reflejos. “….Y hablamos, por último, de si el público de aquí tiene o no cultura para el arte de la cerámica. Daniel Zuloaga, sin estar del todo descontento, no está contento del todo; ahora parece que empieza a haber ambiente; pero todavía no hay el necesario. Más adelante, tal vez se comprenda la importancia de ese arte; hoy por hoy, se comprende muy poco.”
Foto de familia. De izquierda a derecha Esperanza, Juan, Ignacio, Emilia, Cándida, Teodora y Daniel. (Foto. Museo Segovia)
Sobre su estilo, su obra y su estética, nada mejor que hacernos eco de lo que escribía el propio Daniel que, de manera molesta, defiende su estilo y forma de entender la cerámica:
“Mi estilo es el inspirado en los tipos de mi país (Castilla) con su arquitectura y paisaje. Y este estilo mío parece que fastidia a algunos pajoleros pintores porque sin duda creen que yo he pisado su arte con la vil cacharrería. ¡Tiene gracia! No tienen (gracia) si creen que yo voy a hacer caso a sus vocecillas mujeriles. Yo seguiré haciendo mi cerámica como a mí me parezca. ¿Qué ellos tienen otro criterio? Pues que lo tengan. Yo tengo el mío. ¡Diantre!. A ver, a ver, que obtengan ellos con el óleo las calidades que a mí me da la cerámica. ¡Vamos, hombre!» (conferencia del pintor)
Para quienes sentimos pasión por este arte de la CERÁMICA, estas últimas palabras del propio Daniel son reconfortantes. La Cerámica es mágica.
Nadie mejor que el propio Daniel para precisarnos sus gustos estéticos. En una nota dada a la prensa (ABC, febrero, 1922) por el propio Daniel, continuaba diciendo:
“Estudiamos (con sus hermanos Guillermo y Germán) en Sèvres desde 1867-71, hasta que nos echaron los prusianos; fuimos allí discípulos de dos grandes químicos, messieurs Salvetat y Flegnault, este último director de la fábrica de Sèvres, y de cuantos ceramistas y prácticos se distinguían en ella. Como se ve llevo más de 50 años en mi oficio, y creo sea lo necesario para haber aprendido algo en tan difícil arte.”
Amante, lo mismo que mi padre, del arte en general, hice estudios de artes aplicadas en los principales museos europeos. Pero, con gustarme sobremanera la gran pintura y la gran escultura, he dedicado mis aficiones a la aplicación del arte a los bellos oficios, lo contrario que la mayoría de los jóvenes actuales y de ayer, que pretenden competir con el Greco o con Miguel Ángel. Mis admiraciones me llevaron a aquellos maestros, los Benvenuto Cellini, los Lucca della Robbia, los Niculoso, y tantos más creadores de maravillas en hierro, en plata, en esmaltes, vidriería, cerámica, cuero, etc.
Por eso, los que juzguen mis modestas obras, verán que son el reflejo de lo que he visto y sigo viendo en todas partes. Con preferencia, me inspiré en lo nuestro castizo, no solo en la arquitectura, sino en la raza. Ahí están mis placas y mis cacharros, decorados con tipos del país y con paisajes españoles; con respecto a la técnica me suelo inspirar en nuestra cerámica mudéjar, y más aún en la madre de todas las cerámicas, la persa.
Si no he guiado mi industria por el camino de la porcelana, se debe al miedo que tengo de caer en lo bonito y en lo afeminado mirando las cosas desde un punto de vista artístico. Conceptúo a la porcelana producto soberbio para la vajilla, y se necesita un temperamento portentoso para domar, en la clase llamada dura, el blanco frío, de aquí que haya optado por las tierras cocidas, que, con su baño opaco, dejan transparencia, dotando al blanco de variados matices armónicos.
No me parece estar equivocado al afirmar que la perfección Industrial de las tan notables manufacturas de Francia, Inglaterra, Alemania, etc. produciendo motivos de decoración en cerámica acabada, mejor que resultado cerámico se diría de hule, por lo cual prefiero la cerámica de la sevillana portada de Santa Paula y me olvido de la índole de trabajos que se ejecutaban en Sèvres.
En España es muy difícil hacer cerámica, no porque no existan los elementos indispensables, incluso porcelanas a tal fin, sino porque carecemos de lo que tienen otros pueblos; Limoges, Staffordshire, Stoke-ou-Trent, Dresde y Copenhague se ocupan de la construcción de hornos, de maquinaria, y en la mano de obra, que fuera inútil buscar en ningún centro español. Valencia y Sevilla si cuentan con algo semejante, más no en las condiciones de los citados, donde el ceramista puede adelantar extraordinariamente. Contra la penuria de medios, quizá salgan aquí personalidades y quizá también que progresemos bastante. Yo, establecido en Francia, tal vez sería creador de algún vasto centro cerámico; de todas suertes me tranquiliza el haber realizado mi obra con modestia; decoraciones monumentales en diversos estilos ostentan mi firma, y hoy mi industria es exportada a América.
Respecto de lo futuro, deseo exhibir en los más importantes países de Europa mis objetos artísticos, evitando caer en repeticiones ayudado por mis hijos, cuido de sacar a luz nuevos modelos, no obstante los muchos míos que hay en edificios del Estado, palacio, Iglesias y casas particulares de España.»
[1] La Exposición está organizada por el Museo de Segovia perteneciente a la Junta de Castilla y León. Se ha publicado el correspondiente catálogo donde, además de los comentarios sobre las obras expuestas, se hace una detallada descripción de la vida y obra del ceramista. RUBIO CELADA, A (et alt,) “Daniel Zuloaga. Soy ceramista”. Junta Castilla y León. 2021.
[2] Léase entrevista en el periódico El Día de Segovia de 6 de septiembre de 2021.
[3] RUBIO CELADA, A. opus cit. pág. 35-44
[4] Ignacio era sobrino y fue un destacado pintor que acompañó a su tío a lo largo de su vida. Se conserva una interesantísima correspondencia de esta relación. Ignacio vivió en Sevilla, donde tenía taller en la Casa de los Artistas y en Alcalá de Guadaíra.
[5] Zajariche o Zahariche, era propiedad de Félix Urcola donde tenía una ganadería de reses bravas de gran prestigio que fueron lidiadas por los grandes toreros de la época. Posteriormente, este cortijo pasó a ser propiedad de Eduardo Miura, donde pastan las reses bravas conocidas como “miuras”.
[6] RUBIO CELADA, A. opus cit.
[1] La Exposición tiene como Comisario al propio Abraham Rubio y está organizada por el Museo de Segovia perteneciente a la Junta de Castilla y León. Se ha publicado el correspondiente catálogo donde, además de los comentarios sobre las obras expuestas, se hace una detallada descripción de la vida y obra del ceramista. RUBIO CELADA, A (et alt,) “Daniel Zuloaga. Soy ceramista”. Junta Castilla y León. 2021.
[2] Léase entrevista en el periódico El Día de Segovia de 6 de septiembre de 2021.
[3] RUBIO CELADA, A. opus cit. pág. 35-44
[4] Ignacio era sobrino y fue un destacado pintor que acompañó a su tío a lo largo de su vida. Se conserva una interesantísima correspondencia de esta relación. Ignacio vivió en Sevilla, donde tenía taller en la Casa de los Artistas y en Alcalá de Guadaíra.
[5] Zajariche o Zahariche, era propiedad de Félix Urcola donde tenía una ganadería de reses bravas de gran prestigio que fueron lidiadas por los grandes toreros de la época. Posteriormente, este cortijo pasó a ser propiedad de Eduardo Miura, donde pastan las reses bravas conocidas como “miuras”.
[6] RUBIO CELADA, A. opus cit.
Estilos y técnicas pictóricas en la cerámica de Zuloaga
Las notas y referencias biográficas comentadas en el capítulo anterior son suficientes para fijar su pensamiento sobre su cerámica y las características de su obra. No obstante, será oportuno seguir profundizando y desarrollando otros aspectos para conocer la transcendencia de su trabajo y su aporte a la cerámica española en los inicios del siglo XX, periodo en el que esta disciplina alcanzaba un apogeo y reconocimiento importante.
Es la época del desarrollo industrial en general y de la cerámica, en particular. De manera paralela surge una burguesía que necesita no solo invertir sino lucir sus riquezas con la construcción de lujosos palacios y casonas. Lo mismo sucede con las instituciones públicas que apostarán por construcciones monumentales, en algunos casos faraónicas, en las que la cerámica jugará un papel integral, más allá de lo puramente decorativo. Es la época de la aparición de nuevos productos cerámicos (la porcelana o pasta blanca a imitación del caolín oriental, barros de altas temperaturas, gres,…), nuevas técnicas de conformación (maquinaria para elaboración de piezas a través de moldes de hierro y presión mecánica), nuevos métodos de decoración, la mecanización de muchas de las actividades del taller (moliendas, extracciones y preparación de las pastas), impresiones semi-mecanizadas (p. e. calcamonías como las usadas por la Cartuja de Pickmam). La cerámica entraba en un conflicto claro entre lo artesano, lo industrial, lo único, lo seriado, la rentabilidad, la reducción de precios o la utilidad de las piezas.
Como expresa Abraham Rubio [1] , la cerámica en el periodo histórico que toca vivir a Daniel, va a ir pasando por momentos y estilos diferentes: el historicismo que se prolongará hasta principios del s. XX, seguido de un periodo de enorme creatividad, el modernismo, que perdurará hasta la aparición, tras los años de pesimismo y de conflictos bélicos, en una ruptura radical con lo anterior y apuntar nuevas formas en lo que hemos dado en llamar “primeras vanguardias artísticas”. En este clima y ambiente creativo y estético desarrolla su actividad Daniel Zuloaga, influenciado, como comentábamos anteriormente, por lo aprendido en Francia. [2]
A este primer periodo historicista corresponden algunas de las obras más ambiciosas de Daniel: Pabellón de Velázquez (1883) y Palacio de Cristal (1887) en el Retiro; edificio para el Banco Español de Crédito (1891), Palacio del Marqués de Monistrol (1885), Escuela de Ingenieros de Minas (1890), Instituto Valencia de Don Juan (1889), Edificio de la Revista Blanco y Negro (1889), Casa de Allende (1917), entre otras repartidas por toda España. [3]
En Andalucía, más concretamente en Sevilla, en estos años a caballo entre dos siglos, se va a vivir un interés especial por la recuperación del mudéjar (neomudéjar), corriente conocida como regionalismo historicista, liderado por arquitectos como Aníbal González, Juan Talavera y Heredia y José Espiau. Ejemplos de esta arquitectura son el Pabellón Real, la Capillita del Carmen, el Museo Arqueológico, el Pabellón Mudéjar o la sensacional Plaza de España.
Para los ceramistas españoles de finales del XIX y principios del XX también era un reto reencontrarse con las técnicas tradicionales como el reflejo metálico (hispano-morisco), con las cerámicas del renacimiento de factura o estilo italiano (Della Robbia, Niculoso Pisano) o las producciones del XVI salidas, principalmente de los talleres de Talavera y Triana. Entre ellos se encontraba el propio Daniel que viajó a Sevilla a conocer las obras de Niculoso Pisano que se conservaban en la ciudad hispalense, especialmente la que se encuentra en el Oratorio de la Reina en el Alcázar [4] . Así mismo, mostró interés por las cerámicas del Convento de Santa Paula, de los cuales tomó apuntes para sus creaciones. Se conserva una correspondencia privada entre el ceramista y el ingeniero Domingo Orueta, con ocasión de un encargo para una casa que pretendía construir en Gijón. En dichas cartas se recoge el interés en “copiar” los diseños de Niculoso Pisano y reproducirlos en su vivienda. [5]
“Yo no sabía (Domingo Orueta) ni quien era Niculoso hasta que usted no me habló” «Hay que copiar a esos maestros que tan bueno hacen y llegar a una cerámica Zuloaga-Niculoso (ya ve que lo pongo a Vd. antes que a él) que tumbe de espaldas por el colorido, dibujo y gracia que tenga». «Es encantador y es imposible mejorarlo, fíjese en esa postura descarada y elegantísima de esos centauros-sirenas de los costados y en toda la gracia enorme de esa composición».
Daniel viajó a Sevilla y el ingeniero le comentaba en otra de las cartas que: “que se divierta usted en Sevilla y mire bien a Niculoso”.
Igualmente estaba fascinado por la cerámica de reflejos metálicos. La tipología del Jarrón de la Alhambra era considerada la perfección y el modelo que todos querían imitar, también Daniel Zuloaga que llegó a reproducirlos en 1883 para una exposición que tuvo lugar en el Retiro de Madrid.
En Sevilla, los talleres de Fernando Soto y Tello, solo, y después con el consorcio de José y Enrique Mensaque y más tarde Ramos Rejano, llevaron a cabo números trabajos con la técnica del reflejo dorado, con una calidad inigualable, lo que les dio un enorme prestigio internacional.
En toda esta fiebre y explosión de la industria cerámica van a ser determinantes las exposiciones universales (París, 1867; Londres, 1851 y 1862; París, 1878; Madrid, 1883; o en 1911, Exposición Nacional de Artes Decorativas organizada por el Círculo de Bellas Artes en la que participaron, entre otros, Sebastián Aguado de Toledo, Niveiro de Talavera, Manuel Ramos Rejano de Sevilla, Ruiz de Luna, Guijo y Daniel Zuloaga (con su hijo Juan). Lo mismo sucederá en la exposición celebrada en 1919, en la que participará Daniel Zuloaga, ya en los últimos años de su vida.
Daniel, en Segovia, seguiría trabajando, tras este periodo historicista, con estilo neorrenacentista. Pero, tras esta etapa, empezaba a trabajar con el nuevo estilo regionalista que se abría camino y que influyó de manera determinante en su obra y del que se sentía enormemente satisfecho y orgulloso.
Remitimos, para mayor conocimiento de este periodo artístico y su influencia en los trabajos de Daniel y de sus hijos, a la publicación “Los Zuloaga. Artistas de la cerámica”, publicada por Abraham Rubio en 2007.
De manera muy concreta, las técnicas con las que trabajó Zuloaga a lo largo de su vida artística fueron muy diversas y variadas y pueden sintetizarse en las siguientes:
Cuerda seca perfilada en manganeso.
Se trata de un técnica muy tradicional en la cerámica mudéjar española, consistente en perfilar un dibujo con óxido de manganeso, rellenando de esmalte las diferentes zonas delimitadas por la línea, para evitar que el color se expanda.
Azulejos de arista o cuenca.
Se trata de una solución técnica, superadora de la fase de la cuerda seca, en la que se sustituye la línea pintada y el dibujo por una incisión o grabadura de las líneas, de manera mecánica y semiindustrial, antes de bizcochar el azulejo.
Entubado.
Técnica consistente en aplicar el dibujo mediante una jeringuilla que contiene barbotina coloreada, consiguiéndose un ligero relieve del dibujo. El resto del espacio se aplicará la decoración con esmalte coloreado.
Sobre cubierta y bajo cubierta.
Estas técnicas complementarias se distinguen en que el dibujo a base de óxidos se aplica sobre una superficie no esmaltada y posteriormente se vidria (bajo cubierta). El caso contrario, se dibuja sobre una superficie bizcochada y esmaltada cruda (sobre baño).
Esmaltes pulverizados.
Se trata de un recurso de pintura aplicada mediante aerógrafo o cualquier otra herramienta para pulverizar el líquido (óxido disuelto en agua). Se utiliza para cubrir de manera rápida una gran superficie. Suele cumplimentarse con una técnica mixta que consiste en una vez fijado el color en el horno, se llevan a cabo retoques, correcciones y dibujos de elementos a pincel.
Foto cerámica.
Técnica de decoración relativamente reciente ya que recurre a la fotografía de cualquier objeto o escena, aplicando sobre ella con técnicas especializadas las tintas cerámicas, para fijarlas al azulejo con agua. En tiempos de los talleres de Zuloaga no se conocía la impresión directa. Lo más normal era la calcamonía o los sellos.
Pintura a la grasa.
Técnica de tercer fuego que complementa a las otras de bajo o sobre cubierta. Fijados los dibujos con el fuego, se procede a intervenir sobre ellos con los colores disueltos en grasas o aceites cerámicos evitándose el rechazo por parte del objeto vidriado.
Reflejos metálicos y lustres.
Esta técnica es la más elaborada y difícil de aplicar ya que se requieren unos conocimientos químicos y un nivel del conocimiento sobre el funcionamiento de las materias primas propio de un alquimista. Por ello, siempre ha sido un reto industrial de los grandes talleres. En una tercera cocción reductora del oxígeno, la pieza presenta irisaciones y coloridos metalizados.
Mosaicos.
Se trata de componer un zócalo a partir de pequeñas piezas de azulejos recortado según las formas geométricas diseñadas (aliceres). Es como un puzle de pequeñas piezas cerámicas que van a componer un dibujo concreto y que se fijarán con morteros.
La tipología de las piezas también fue muy diversa, según las necesidades del mercado. De hecho, en la enorme producción de los talleres de Zuloaga, la tipología de las piezas de alfarería, para ser vidriadas respondían, a las necesidades del mercado (principalmente doméstico y funcional) y a una demanda de piezas con marcado carácter decorativo, habitualmente destinadas a exposiciones o a caprichos burgueses.
[1] RUBIO CELADA. A. “Los Zuloaga, artistas de la cerámica”. Colección Eleuterio Laguna. – 2007
[2] Los años de estudios y de trabajo en las importantes fábricas y escuelas francesas fueron determinantes en su obra posterior. Concretamente en la Escuela de Cerámica de Sèvres estudió junto a sus hermanos Guillermo y Germán.
[3] QUESADA MARTÍN, Mª J. (1977).
[4] Altar de la Visitación. Niculoso Pisano. 1506.
[5] QUESADA MARTÍN, M. Jesús. “Daniel Zuloaga ceramista y pintor”. Tesis Doctoral Univ. Compl. Madrid. 1985. En relación con esta admiración con la obra de los ceramistas italianos que se afincaron en España, comenta que: “… de la misma manera Daniel va a fijarse, a alabar, a repetir incluso los zócalos de cerámica que se encuentran en nuestros edificios del renacimiento. Sobre todo de Niculoso Pisano que, por el hecho de encontrarse en nuestra patria consideran el padre de la cerámica española olvidando su origen italiano». Pág. 243.
Daniel Zuloaga y Sevilla
Curiosamente, aunque no se trate de una información fundamental para conocer al artista, la familia mantuvo una relación estrecha con Sevilla como hemos comentado. La relación venía de lejos, ya que una de sus hermanas, Gregoria Zuloaga Boneta, vivía en Sevilla y fue madre de un ceramista que trabajó primero en la Cartuja, luego en París y por último se instalaría en Sudamérica: Francisco Rodríguez Zuloaga. Trabajó en la fábrica de la Cartuja de Sevilla en las décadas de 1900 a 1920. La experiencia en la misma no fue satisfactoria por las referencias que aparecen recogidas en la correspondencia de su tío Daniel en junio de 1903. En 1926 ya no trabajaba en la fábrica pues la dirección propuso en aquel momento al pintor Richard Faiset como posible candidato en la sustitución de Rodríguez Zuloaga. Se conoce una obra firmada de Francisco Zuloaga, la decoración de zócalos y retablos cerámicos de la iglesia del convento del Socorro, realizada en la Cartuja, en el año 1910. [1]
Francisco, en junio de 1903 escribía a su tío:
«…Yo sigo en la Cartuja, luchando con esta cuadrilla de estúpidos que se las dan de sabios, y lo que es peor es que son como el perro del hortelano, que ni hacen ni dejan hacer. Después de pensarlo mucho me permitieron pintar unas ánforas modernistas y unos platos en bizcocho, pero esto no se ha vuelto a repetir, porque parece que hacer algo que lleve tendencias de ser bueno es pecado. Esta sabia dirección está dando el resultado que tenía que dar, y es que la venta de nuestros trabajos va aflojando y ya va camino de extinguirse por completo, y acabarán por no hacer más que tacines, en cuyo caso estoy aquí de más…
Unos comentarios reveladores de las discrepancias de criterios entre el artista y la fábrica de la Cartuja, dos maneras de entender la expresión artística y que acabaría dejando la fábrica.
Pero los viajes de Daniel a Sevilla serán frecuentes, casi siempre acompañado de su sobrino Ignacio, más habituales cuando se produce el encargo para Zahariche (Zajariche)[2], sobre el cual, le escribe Urcola en los siguientes términos:
“… Según sus deseos (refiriéndose a Daniel), la cifra de este papel es el hierro de mi ganadería, y los colores de la divisa son verde y gris. Nada me tiene que agradecer por los días tan buenos que dice ha pasado en mi cortijo, y sí yo a Vds. por lo mucho que me han entretenido. Me alegrará que Ignacio haya hecho el viaje con felicidad, y ya sabe puede disponer de su buen amigo s.s.» (Fdo. Félix Urcola) [3]
Detalle del zócalo de Zahariche. Daniel Zuloaga (1909). Fotografía de Jesús Marín García.
En el Museo de Segovia se conservan fotografías de la visita a la ganadería en abril de 1909 en las que se ve al ceramista junto al ganadero entre las reses bravas. Muchas de las fotografías que se realizaron en la sección serían utilizadas por el pintor para componer los excelentes trabajos para el comedor del Cortijo Zajariche, de Félix Urcola, en 1909.
Nuestro compañero Jesús Marín ha estado investigando sobre estos trabajos de Zahariche y ha podido fotografiar los dos paneles que aún se conservan en el cortijo, así como otros tres, de los 8 que componían el encargo, que la viuda de Urcola, Manuela Ternero, retiró y se llevó consigo a su domicilio de la Avenida de la Palmera, en Sevilla.
Esta finca ganadera de Lora del Río era frecuentada por el sobrino de Daniel, el destacado pintor Ignacio Zuloaga, que, como comentamos más adelante fue un gran aficionado a los toros, llegando a torear en plazas y en tentaderos. Por supuesto, también en estos de Zajariche.
Félix Urcola a caballo en Zajariche (1909) y junto a él, a pie, Daniel Zuloaga. (Foto. Museo de Segovia)
Pero la relación con Sevilla de Daniel no se limita a estos encargos de Urcola o la presencia de familiares en la ciudad. El pintor, amante del coleccionismo de obras de arte, mantiene correspondencia con José Gestoso en los siguientes términos:
”…Otros miles de gracias también por su ofrecimiento de obsequiarme con muestras de su tan artística fabricación, que conservaré con la estimación que se merecen. Por mi parte, cuando desbarate la exposición de retratos, también enviaré a V. algún recuerdo de nuestros barros trianeros. (Gestoso. Sevilla, 3 de mayo 1910). [4]
Mantienen, así mismo, una correspondencia acerca de un cuadro del Greco:
“… Le ocupo en estos días de la devolución de los retratos, operación delicada que absorbe todo mi tiempo. Por eso no he contestado antes a su postal y a su carta, que le agradezco infinite, pues revelan el interés que tiene en complacerme.”
Ambos mantenían una inusitada actividad coleccionista de antigüedades y una buena relación con los más destacados coleccionistas internacionales del momento (Archer Milton Huntington, George Bonsor, Guillermo Osma, Miguel Borondo). [5]
Continua Gestoso, en tono crítico e irónico, :
“… Ese diablo de Borondo, con sus más o menos fundados escrúpulos, me parece que nos va a dejar burlados… Dios le toque en el corazón y haga que se dé a partido. Indudablemente el Sr. Osma (Guillermo) debe de tropezar también con dificultades, pues nada me ha dicho, y sé que le escribió pidiéndole lo mismo». “El cuadro del Greco seguramente no ha sido adquirido por Huntington. Lo fue por un inglés, cuyo nombre conoce su sobrino de Ud. (Ignacio). Mil gracias también y muy encarecidas, por su ofrecimiento de enviarme muestras de sus trabajos cerámicos. Por mi parte, y dentro de mi pobreza, enviaré a Ud. alguna cosita hecha por mí como recuerdo de Triana».
En una carta, fechada en marzo de 1916, relacionada con unas piezas procedentes de Granada, dice Gestoso, entre otros comentarios que “No conozco los azulejos sevillanos de la escalera de que Ud. me habla y ha de tratar de procurarme fotografías. Sevilla, durante los siglos XV y XVI surtió de azulejos a Granada. ¿Por qué no había de seguir haciéndolo en el XVIII? Con cuanto gusto habría visto su exposición, no hay para que decirlo, pues seguramente en ella aprendería no poco y además por el gustazo de ver reunidas muestras de cuanto Ud. sabe, que no es poco. Los actos, mi buen amigo, van ya siendo carga pesada y para mí, salir de Sevilla es casi trepar a la cumbre del Himalaya». Este comentario jocoso y lastimoso de Gestoso, pone de manifiesto su delicado estado de salud que lo acompañó gran parte de su vida.
La correspondencia con su hermanastra Gregoria también resulta ser curiosa, como esta de febrero de 1920, en la que le ofrece alojamiento y comida, eso sí, humilde:
“Querido hermano Daniel: Ayer tuve el gusto de leer tu grata del 21 que te agradezco y que me produjo alegría el que me anuncies tu venida a esta capital, y desde luego puede contar con una habitación en mi casa, hermosa, sin lujo pero alegre y limpia, con cena y desayuno con café con leche, con mucha satisfacción de que nos honre con su compañía mi hermano, a quien siempre distinguí con mi cariño y al más notable ceramista de nuestra patria y todo con verdad. Días pasados me escribía Ignacio desde Zumaya, y me decía lo mismo que tú me dices en la tuya y que cuando se levantara me enviaría algún dinero (Dios lo haga). Mis hijas bien. Hemos padecido todas de catarro, pero ya estamos bien. Se alegran de que vengas y avisa para que Eusebio venga a esperarte. Recibe de todas cariñosos recuerdos, trasmitiendo las nuestras a tu familia, y sabes te quiere, (firmado: Gregoria)». [6]
«La familia del torero gitano». Ignacio Zuloaga (1903, Hispanic Society). Cuadro pintado en una de sus estancias en Sevilla.
Retomando el asunto de sus relaciones con Félix Urcola, la correspondencia desde Lora del Río también es interesante y variada, principalmente relacionada con encargos al ceramista:
“Necesitaré algunos metros de azulejo para dos habitaciones, éstas han de ser la parte de arriba con cenefa y la parte de abajo con plinto y por lo tanto desearía que me dieras precio del metro cuadrado. Estos no me urgen hasta septiembre, lo que si me urge, el precio para decidirme o no, pues estoy en vísperas de salir de ésta en donde hace mucho calor, y como en Madrid no estaré nada más que horas, no me da tiempo de verte. El azulejo a tu gusto, pues quiero una cosa sencilla. Así que ya estás enterado, y la luz, si me convendría adelantada. Recuerdos y tú dáselos en nuestro nombre a tu familia y sabes es tu amigo. (Lora del Río. febrero 1920)».
La correspondencia con su sobrino Ignacio es muy diversa. Así, en abril 1910, le escribía:
«Querido Daniel: Contéstame a vuelta de correo; si vienes conmigo a Sevilla, para que escriba enseguida, y nos busquen un buen cuarto con dos camas, pues para comer, comeremos en las tabernas. Ya sabes que del viaje y hospedaje allá, no tienes que ocuparte. Yo te convido. De todas maneras, con gusto no querrá aceptar tu regalo… Así es que seguramente que te llevaré 25 o 30 duros. Que no te vendrán mal. No hay que despreciar nunca esos regalitos. Cuento contigo, para que pasemos unos buenos días en Sevilla y Azanague (cortijo de Urcola en Lora del Río, junto al de Zahariche). Recuerdo. Sabes te quiere. Ignacio».
Apenas se conocen obras suyas, aparte de las comentadas para Zahariche. Según el catálogo consultado, recibió el encargo de un Sagrado Corazón de Jesús para D. Arturo Palacios, con domicilio en la calle Adriano. [7]
Igualmente, es difícil encontrar trabajos de Zuloaga para otros partes de Andalucía. Lo único documentado y que aún puede verse son los trabajos que realizó para el Santuario de Nuestra Señora de la Cinta en Huelva, sobre los cuales se ha publicado en la Asociación Niculoso Pisano. [8]
No podemos olvidar otra obra significativa, firmada por los herederos de Daniel, para la Plaza de España de Sevilla. Se trata de los Bancos de Segovia, realizados por los hijos del pintor en Segovia. Representa la firma en enero de 1475 de la Concordia de Segovia entre Isabel y Fernando donde se produce un reparto de competencias entre ambos monarcas. Isabel es «Reina y propietaria de Castilla» y su esposo recibe el título de Rey. Se hizo en el taller de Daniel Zuloaga, por sus hijos Juan y Teodora, aunque no se observa firma. [9]
Mural alegórico en el Monasterio de la Cinta de Huelva
Esta manifiesta ausencia de obras de Zuloaga en Andalucía merece una reflexión.
Se pueden contar con los dedos de la mano las obras «conocidas» que pintó Daniel (o su taller) para Andalucía (edificios públicos y personas privadas). Está claro que Triana, en esas fechas, era la competencia empresarial por excelencia del Taller de Zuloaga, además de dos formas de entender y de diseñar.
La formación inicial de Daniel en las grandes escuelas de cerámica europeas jugaba a su favor en cuanto a conocimientos técnicos y artísticos. Igual sucedería con su presencia, durante un tiempo, en el panorama artístico internacional participando en las grandes ferias y exposiciones. Podía jugar en su contra la falta de una localización estable de sus talleres y que la organización de sus fábricas (Moncloa, Segoviana o San Juan) no le permitiera atender de manera satisfactoria la demanda más allá de la que le llegaba desde la zona norte de España donde tenía buenos contactos y suculentos trabajos (Gijón, León, País Vasco), de Madrid donde tuvo fábrica y, casi sin competencia, intervino en la decoración de las más importantes edificaciones que se iban a construir en esos años.
Podemos suponer que existía una “guerra comercial” con Triana, o de Triana con Zuloaga que no hemos podido documentar a pesar de los vínculos afectivos y familiares que existían entre su hermanastra Gregoria, sus sobrinos Francisco e Ignacio, (los tres con presencia notable en Sevilla).
Banco de Segovia en la Plaza de España de Sevilla. Realizado por los hijos de Daniel Zuloaga.
Ignacio, uno de sus sobrinos predilectos se asentó temporalmente en Sevilla, teniendo Taller en la Casa de los Artistas en la calle Feria y en Alcalá de Guadaíra. Ello no atrajo interés por la obra de su tío a la burguesía sevillana que revestía y ornaba sus palacetes de cerámica, como símbolo de poder y lucimiento personal. Solo un vasco, Félix Urcola, banquero, se interesó por los trabajos de Daniel y le encargó los frisos para Zahariche.
Todo apunta a un veto comercial interesado o quizás a los efectos de una campaña de desprestigio hacia el artista madrileño, afincado en Segovia.
Por aquí, por Triana, funcionaban a pleno rendimiento y con gran éxito comercial las fábricas de Corbato (Viuda de Gómez, Sta. Ana); Zuloaga y Manuel Soto y Tello fueron coetáneos; la Cartuja funcionaba a pleno rendimiento en una línea de producción muy distinta del resto de fábricas y talleres, incluida la de los Zuloaga, como queda de manifiesto en las descalificaciones que sobre ella hacía su sobrino Francisco; Manuel García Montalván daría un impulso a la fábrica familiar en esos años; Julio Laffitte y su fca. de Los Remedios.
Aquí pintaban los Arellano, Gustavo Bacarisas o Rodríguez y Pérez de Tudela; Gestoso estaba inmerso en su empeño por la recuperación de la cerámica tradicional, los preparativos de la Expo del 29, el crecimiento de la ciudad…
Todo lo anterior podría explicar la ausencia clamorosa de Zuloaga en Sevilla, a pesar de tener a una hermanastra, Gregoria, aquí viviendo y un sobrino trabajando en la Cartuja. El banco dedicado a Segovia en la plaza de España es prácticamente lo único que se conoce y no estaba firmado.
[1] http://www.retabloceramico.net/0954.htm
[2] Zajariche o Zahariche es el mismo cortijo dedicado a la ganadería brava que hoy explotan los Hnos. Miura, entre La Campana y Lora del Río. Fue propiedad de D. Félix Urcola. Tras su muerte, su viuda, Manuela Ternero, continuó unos años con la explotación ganadera.
[3] QUESADA MARTÍN, Mª J. (1977).
[4] QUESADA MARTÍN, Mª J. (1977). Idem
[5] QUESADA MARTÍN, Mª J. (1977). Idem
[6] QUESADA MARTÍN, Mª J. (1977). Idem
[7] No hemos podido localizar dicha vivienda. Es posible que se tratase de los comerciantes que vivieron y trabajaron en los comercios de los nº 67, 69 y 71 de esa calle. Con toda probabilidad haya sido remodelada y haya pasado a otros dueños, con lo que es difícil rastrear la cerámica de este encargo.
[8] Asoc. Amigos de la Cerámica Niculoso Pisano. Pieza del Mes, enero 2021. Ver: https://asociacionpisano.es/pieza-del-mes-enero-2021/
[9] http://www.retabloceramico.net/5247.htm
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Soy ceramista