¿Por qué no había maestras ceramistas en Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo?
Poco o nada sabemos del trabajo de la mujer en la cerámica de Talavera hasta tiempos recientes, con este estudio queremos visibilizar la aportación femenina en este arte y especialmente con el testimonio de Amparo Hidalgo García, trabajadora del alfar Ntrª Señora del Prado. Conocer la labor silenciosa pero firme de mujeres que trabajaron con el conocido ceramista Ruiz de Luna de Talavera de la Reina.
Con el Renacimiento, en el S. XVI nace la cerámica artística que tanto renombre ha dado y sigue dando a este noble oficio talaverano, conocido en México como “talaveras”, gracias a la protección y sobre todo a los encargos de la Corona española. Diversos autores han hecho una clasificación exhaustiva en series y subseries, como la realizada por Mª Carmen López Fernández en su tesis doctoral de la cerámica de los siglos XVI y XVII. Pero muy poco se sabe de sus autores o autoras, más allá del maestro Jean Floris, posiblemente de origen flamenco, que llegó a Talavera para encargarse de sus lozas y darles renombre.
Seguramente en los diferentes talleres de la época trabajaban tanto hombres como mujeres, niños y niñas. Probablemente el trabajo estaba dividido entre ellos o no tanto como podemos pensar. Lo cierto es que la sociedad gremial dio un papel protagonista a los hombres, relegando a las mujeres a las tareas domésticas, donde a buen seguro continuó con trabajos artesanales manuales y especialmente decorativos. De esta forma los S. XVIII y XIX con la llegada de la Revolución Industrial devuelve a las mujeres a trabajos en pequeñas fábricas artesanales o trabajando para estas desde su domicilio, pero siempre en la sombra, sin reconocimiento de su labor, pero siempre imprescindibles, tal como afirma la doctora Yepes Sanchidrián, en su artículo “Alfareras y ceramistas”.
Antes de comenzar con las trabajadoras del alfar de Ruiz de Luna, quisiera mencionar la labor realizada por Romualda Martínez, al heredar la fábrica de la Menora a finales del S. XIX y su interés porque continuase en funcionamiento.
Igualmente debemos destacar la figura de Tomasa Ruiz de Luna, hija del ceramista, y de quien se cree que pintó obras de gran tamaño, entonces reservadas sólo a los hombres, como el mural con la Virgen del Prado, de gran belleza y siguiendo el modelo de otra imagen de finales del S.XVIII, que fue realizado para la inauguración de la fábrica de Ruiz de Luna, el 8 de septiembre de 1908. Así mismo se cree que participó en la decoración de la portada de la fábrica Nuestra Señora del Prado, hoy conservada en el Museo Ruiz de Luna, aunque está firmada por Francisco Arroyo. Posiblemente se le permitió pintar estas obras por su destreza artística, pero sobre todo por ser hija de quien era y además en 1911 se casó con el mencionado Francisco Arroyo, pintor inigualable y responsable de la fábrica.
En 1913 parece ser que la fábrica tiene escasez de personal, siendo la mayoría de empleados mujeres y niños de 14 a 16 años. Y aparece en los archivos del alfar, Antonia Arroyo Santamaría, hermana de Francisco Arroyo, como primera maestra de mujeres, posiblemente formada por su hermano para este puesto.
En el “REGLAMENTO De órden interiór de la Fábrica de Cerámica NUESTRA SEÑORA DEL PRADO” nos encontramos el nombre de Antonia Arroyo, como encargada del taller de pintura industrial. Debemos señalar que el resto de encargados de la fábrica aparecen con el Don (D.) delante del nombre, en el caso de esta mujer no aparece nada. Fechado el 2 de agosto de 1916 en Talavera de la Reina y perteneciente al documento original procedente del archivo de Amparo Ruiz de Luna (Málaga). Poco más sabemos de las mujeres que trabajaron en la primera etapa a las órdenes de su encargada Antonia Arroyo. Sí se conservan fotos del taller de mujeres, pertenecientes también al archivo de Amparo Ruiz de Luna y cuyas reproducciones podemos apreciar en el Museo Ruiz de Luna.
De la segunda etapa conocemos el nombre de pintoras como Rosa Vargas, Carmen Fuentes Fernández, Justa Amigo, Saturnina Alfaro Patavia, o de Prado Corrochano que se encarga de bañar la loza, tarea muy específica de la que sólo se ocupaban algunas mujeres con experiencia en esta labor. Así mismo de la tercera etapa que se inicia en 1942 hasta el cierre de la fábrica en 1961 sabemos que trabajaron como pintoras Teresa Rodrigo Rodríguez, Elisa Gómez Fernández, Amparo Hidalgo García, Josefa Fernández Fuentes, Josefa Carretero Salinas, Amparo Muñoz Delgado, Juana Luna Gil o María Sánchez Palomares, entre otras muchas. Todas con un número romano asignado con el que firmaban las piezas que pintaban. Igualmente destacar que Saturnina Alfaro llegó a ser encargada durante la 3ª etapa y que Josefa Fernández Fuentes fue la última maestra de mujeres. Estos últimos cargos no los ejercían todas las mujeres, sólo aquellas que eran solteras o viudas, es decir que permanecían más años en la fábrica y de esta forma su trabajo era reconocido.
Según nos relata Amparo Hidalgo García, hombres y mujeres trabajaban separados en la fábrica, dice que el dueño no quería que trabajaran juntos para no distraerse, cada uno en sus quehaceres.
El testimonio de Amparo, mujer trabajadora en el alfar de Ruiz de Luna durante la tercera etapa, nos revela cómo era el oficio de las mujeres en un alfar talaverano en aquella época.
Comienza trabajando, como era habitual, con 12 ó 13 años, a principios de los años 40. Se inicia como aprendiza, con un sueldo muy pequeño y la va a enseñar una mujer, su maestra Saturnina Alfaro, que era la encargada de las mujeres. Comenzando con pequeñas piezas, en muchos casos desechables y como aprendiza también haciendo labores de limpieza.
Las mujeres no hacían grandes cuadros o paneles, esto estaba reservado a los hombres, ellas se encargaban de decorar bastoneros, cántaros, juegos de café, vajillas, botijos, ánforas, candelabros o azulejos que marcaban con plantillas y luego pintaban a pulso, ya que las mujeres entonces no utilizaban la caña para ayudarse a pintar, eso era solo para los hombres….
Al realizar las mujeres este tipo de piezas cobra sentido que cada una tuviera asignado un número romano, en este caso. Cada objeto de las vajillas, cada candelabro o cada azulejo iba marcado con el mismo número de la mujer que lo realizaba para que fueran lo más iguales posible y si alguno se rompía o se estropeaba en el horno volvía a repetirlo quien había hecho ese juego. Táctica que continuarán después otras fábricas de cerámica de Talavera donde las mujeres seguían decorando sólo este tipo de piezas.
Era habitual que las mujeres dejaran el alfar al contraer matrimonio o al quedarse embarazadas de su primer hijo. Ya no volverán a trabajar en ninguna otra fábrica, a partir de entonces se dedicarán a su hogar y a su familia. Aun así y después de tantos años, recuerdan con gran cariño este oficio, este trabajo aprendido desde niñas y que a buen seguro “engancha”. Un noble arte que quien lo aprende lo lleva dentro de por vida y al que se aporta todo el saber aprendido y aprehendido, todo el alma porque la cerámica es pasión y de eso las mujeres sabemos mucho.
La gran mayoría no han llegado a ser maestras en su oficio porque la sociedad o la cultura de cada época han hecho que abandonaran pronto el alfar para dedicarse plenamente a otras labores. Pero su trabajo y su aportación están en la historia, forman parte de la historia y también son imprescindibles en esos procesos de elaboración de la cerámica de Talavera y Puente que ahora se reconocen como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Hoy su situación ha cambiado y así nos encontramos con mujeres ceramistas, pintoras, diseñadoras, alfareras y empresarias, mujeres valientes que han transformado el curso de sus vidas y del quehacer en la cerámica.
Tan solo pretendemos que se visualice el trabajo de la mujer en la cerámica talaverana y se reconozca, junto con los hombres que también trabajaron en este oficio, la labor olvidada de tantas y tantas mujeres que dedicaron su vida a este gran oficio de ceramista.
Autora: M. Belén Flores Sánchez. Asesora Técnico Educativo en el Museo de Cerámica Ruiz de Luna de Talavera de la Reina. Profesora de Geografía e Historia.
Agradecimientos: en especial a Amparo Hidalgo García y su familia, a la Escuela del Arte de Talavera de la Reina y a Pequeños Arqueólogos.
Fuente: https://cultura.castillalamancha.es/
Importante testimonio. Talavera es especial¡¡. Gracias