Juan Sebastián López, Alfarero de Lebrija
La alfarería ha llamado siempre mi atención por la belleza del torno y el misterio para producir, con el manejo de las manos y la rueda, magníficas piezas de barro. Por esta razón, siempre que viajo por las diferentes provincias de España me gusta visitar a los alfareros que aún utilizan métodos tradicionales, como es el caso de Juan Sebastián López, alfarero de Lebrija que pertenece a la cuarta generación de una saga familiar que ha dado lustro a la tradicional alfarería Lebrijana.
Nuestro protagonista tiene su taller en la calle Luis Collado nº 29 de Lebrija (Sevilla) y ya al adentrarse en su alfar te das cuenta que entras en un mundo especial y diferente a todo lo que le rodea: la montaña de barro de color pardo acumulado en el inmenso patio central para su secado, el horno árabe de grandes dimensiones y al fondo, en lontananza, la bella imagen del casco histórico del pueblo mostrando la Iglesia parroquial y el castillo en cuyo cerro se obtiene, aún a día de hoy, el barro para realizar todo tipo de macetas, lebrillos, orzas, cántaros, botijas, búcaros, tinajas, dornillos y ánforas sin vidriar (1).
Al analizar la técnica de ejecución de las piezas aprendo que el barro tiene un cierto color pardo con sales marinas e impurezas que al cocer adquiere un color blanquecino. Este barro se echa en una pila grande con agua (se empila) y después se pasa por la amasadora y la galletera para sacar mecánicamente la pella (2) . Posteriormente, el alfarero coloca la pella en el torno, el cual es eléctrico aunque no prescinde de la rueda movida con el pie para adaptar la intensidad del mismo a lo que le va pidiendo la pieza. E inicia la ejecución de la misma que en el caso del cántaro, uno de los más significativos de Lebrija, se realiza en varias fases (3): en primer lugar, se modela el cuerpo o zurrón que se quita del torno para que cuaje un poco. En segundo lugar, se modela el cuello y la boca que se añade en el torno al cuerpo del cántaro (proceso de embocar). Se vuelve a quitar el cántaro del torno y de nuevo se le deja cuajar para finalmente ponerle el asa. Es entonces cuando puesta la pieza en el torno de forma invertida se le raya con la Jería (4) para quitarle el barro sobrante, afinarle la base y formar un pie diferenciado, propio de este cántaro (5). Después se deja secar unos días y cuando ha perdido la humedad se coloca en el horno para su cocción (6). En el caso del alfar de Juan Sebastián, aunque aún conserva el horno árabe, utiliza un horno eléctrico de gran tamaño con la finalidad de regular con exactitud el tiempo y la temperatura.
Juan Sebastián López al igual que sus antepasados no suele aplicar ningún tratamiento a posteriori de las piezas que elabora y sólo de forma excepcional superpone un baño de esmalte transparente a alguna de ellas, como sucede con los lebrillos que en la actualidad se utilizan como elementos decorativos (7).
Al preparar esta introducción al vídeo elaborado por Canal Sur-TV sobre el trabajo en el alfar de Juan Sebastián López, busco la estela de otros alfareros durante el siglo XX y me encuentro que además de sus antecesores, José López, Sebastián López Bellido (8) y Juan López Barragán que es el padre de nuestro protagonista, también hay que enumerar a Luis y Andrés Ganformina Vidal, José María López Fernández, José Dorante, Francisco Dorante, Carlos Cruz, José Ramírez, José Zambrano y a final del siglo XX, junto a Juan López Barragán, a Antonio Ruega Jarana y la cooperativa Cerámica artística lebrijana (Cal), con Miguel Pérez Ramírez como director artístico (9).
Para finalizar este apunte, les dejo con las palabras de Juan Sebastián López, el último representante de la alfarería lebrijana que recuerda que cuando era niño «había funcionando cinco alfarerías en Lebrija y antes, hace 50 años, aquí había cuatro ruedas trabajando a la vez, fabricando ladrillos y hasta seis tamaños de cántaros, además de botijos, tejas y lebrillos. Había cinco o seis trabajadores haciendo ladrillos y las mujeres se dedicaban a descargar y cargar los hornos con piezas para la cocción». «En la década de los 70 del siglo pasado, la mecanización y la producción de ladrillos de gafas acabó con los ladrillos toscos artesanales; más tarde desaparecieron las tejas y el plástico se cargó el cántaro» (10).
Mi visita a este taller Lebrijano me llenó de satisfacción por encontrar a un artista sencillo y trabajador que lucha tenazmente para que esta tradición alfarera perdure. Por supuesto, compré mi cántaro que preside mi despacho y me recuerda la hermosura del proceso de ejecución y como diría nuestro amigo Luis Porcuna “el alma de los barros lebrijanos”.
Ana María Moreno Fernández
Vídeo: Canal Sur
Bibliografía:
– Domingo Ramos Corpas y Gabriel Calvo Fernández. “Barros populares de Sevilla y su provincia”. Edita Excmo. Ayuntamiento de Utrera. Págs. 45-50.
– Luis Porcuna Jurado, “Barros con alma. Alfarería andaluza en la colección Luis Porcuna Jurado siglos XVI-XX”. Edit. Patronato de Arte de Osuna/Amigos de los museos de Osuna. 2016.
– Tomás López, “Diccionario Geográfico de Andalucía”. Edit. Don Quijote, Sevilla ,1989.
– “Andalucía, Alfares y Cerámica”. Edita Colegio Público Cervantes, Los Palacios (Sevilla). Depósito Legal SE-422-1986.
Notas:
1.- Se ha extinguido la producción de la jarra alcarraza y el jarro para el horno del pan.
2.- Tradicionalmente el barro se pisaba en una zona enlosada del alfar con los pies (la landa). Véase D. Ramos Corpas “Barros populares de Sevilla y su provincia”. Pág. 47.
3.- Véase “Andalucía, Alfares y Cerámica”. Edita Colegio Público Cervantes, Los Palacios (Sevilla). Depósito Legal SE-422-1986.
4.- Herramienta de hierro.
5.- Es habitual el uso de un sello para identificar las piezas con la firma del alfar.
6.- Según refiere D. Ramos Corpas (Véase Bibliografía) se utiliza la horma de raer fabricada en barro con la escotadura para alojar el brazo del cántaro, el cual debe colocarse boca abajo.
7.- Según referencias de Tomás López en el “Diccionario Geográfico de Andalucía”, Edit. Don Quijote, Sevilla, 1989, “en la localidad de Lebrija existían unas plantas que trituradas se utilizaban para dar vedrío a las losas”.
8.- Abuelo de Juan Sebastián López que compra el alfar a sus primitivos dueños.
9.- Con anterioridad fue profesor de la escuela cerámica la Corchuela y al dirigir la cooperativa Cal de Lebrija modificó el estilo hacia objetos y murales de adorno (jarrones, ánforas, platos y retablos cerámicos) con una decoración inspirada en el convento de la encarnación de Osuna.
10.- ABC de Sevilla-Provincia 29/7/2015. Entrevista a Juan Sebastián López.
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