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conocimiento de la cerámica de tu ciudad
Una pequeña historia de la cerámica sevillana
TRIANA
Sevilla tiene una larga tradición alfarera y cerámica que bien queda patente en los numerosos restos arqueológicos y obras conservadas. Sin lugar a dudas, será el barrio de Triana, el foco de producción más importante de nuestra ciudad.
La cerámica fue la industria que mayor expansión alcanzó en Triana. El arrabal de Triana se consolida a partir de la construcción del Puente de Barcas en 1171 por el califa almohade Abu Yaqub Yusuf, estando su historia fuertemente vinculada al río Guadalquivir; el aislamiento provocado por sus continuas inundaciones y dificultades para cruzarlo a través del primitivo Puente de Barcas ha inducido un carácter social y económico independiente del núcleo de Sevilla que incluso puede percibirse en la actualidad.
Fue la cerámica la industria que alcanza un mayor desarrollo en este barrio, con enorme incidencia en el tejido social del mismo y en su configuración urbana.
LAS AMÉRICAS
Existió un amplio comercio cerámico entre Sevilla y América a lo largo del siglo XVI. Se exportaron productos cerámicos demandados por sus valores funcionales o decorativos como los azulejos, así como objetos cerámicos que actuaron como vehículos para el envío de otros productos como las botijas peruleras. La mayor parte de estos productos cerámicos se fabricaron en Triana. El sector industrial cerámico vivió así su primera etapa de auge entre los siglos XV y XVI. Los avances técnicos en la fabricación del azulejo y el comercio con América, favorecieron el aumento de la producción y abaratamiento de los costes.
NICULOSO PISANO
Tras un período de esplendor mudéjar, en los siglos XIV y XV, donde la colocación de mosaicos de azulejos en los muros, conocidos como alicatados, alcanzó una mayor sofisticación, llegaría finales de dicha centuria una figura clave para la historia de la cerámica de nuestra ciudad, Niculoso Francisco Pisano.
El azulejo plano policromado fue realizado por primera vez en la ciudad por Niculoso Pisano, que trabajó en Sevilla a finales del siglo XV y principios del XVI. Entre sus obras puede señalarse el retablo de la Visitación del Real Alcázar y la decoración de la puerta del convento de Santa Paula, realizada junto a Pedro Millán. La siguiente referencia a este estilo tiene lugar en 1561, cuando el flamenco Francisco Andrea se comprometió a enseñar la técnica del «azulejo pisano» a Roque Hernández. Entretanto existieron varias décadas donde se dejó de trabajar en cierto modo el azulejo plano o pisano, sin duda por lo caro de esta técnica, desarrollándose una labor más económica y artesanal a favor del azulejo de cuenca o arista. El propio Pisano fabricó este tipo de azulejos, aunque los productores más destacados fueron los hermanos Polido, donde destacan por ejemplo los conjuntos de la Casa de Pilatos o el cenador de Carlos V del Real Alcázar.
LOS CONTINUADORES
El siguiente ceramista destacado en Sevilla fue Cristóbal Augusta que entre otros trabajos, pintó, hacia 1575, los zócalos para los salones del Alcázar y realizó el paño de azulejos de la Virgen del Rosario, en 1577, que actualmente se encuentra en el Museo Bellas Artes de la ciudad.
El estilo de Augusta tuvo su continuidad en la primera parte del siglo XVII en el taller de los Valladares, que lideró la producción azulejera sevillana y realizó exportaciones a Lima y México.
Contemporáneamente a los ceramistas de origen italiano, esta familia de ceramistas andaluces adquirió gran renombre durante los últimos años del siglo XVI y la primera mitad del XVII. Al miembro fundador de esta familia, Juan de Valladares, se le cree únicamente maestro de loza fina, no dedicado a la producción de azulejos. Su hijo Hernando, heredó el negocio familiar, y tuvo también dos hijos, Hernando y Benito, que se dedicaron a la fabricación de azulejos hasta la mitad del siglo XVII.
LA DECADENCIA
A partir de mediados de siglo, y con el telón de fondo de la decadencia general de la ciudad, comienza a imponerse el gusto por la pintura monocroma (azul sobre blanco) inspirada en las porcelanas orientales de tanto prestigio en la época y que se introducen en Europa a través de Portugal y Holanda. De este estilo son los conjuntos formados por los zócalos de la sacristía del Hospital de la Caridad, la iglesia de Santa María la Blanca y la iglesia del Hospital de San Juan de Dios.
A lo largo del siglo XVIII se agrava la crisis en la ciudad y también en la cerámica, siendo muy pocas las obras de gran calidad conservadas y aún menos firmadas. Habría que destacar a pintores como Juan Díaz o José de las Casas que ejecutan obras de gran calidad y además las firman. Es la gran época del azulejo de montería, decorado con escenas campestres, de caza principalmente, también del azulejo de propio o a finales del siglo de las placas colocadas en época del asistente Pablo de Olavide para organizar la ciudad.
EL RESURGIR
Tras un periodo de decadencia, a mediados del siglo XIX la cerámica resurge gracias a la recuperación de los estilos históricos y al establecerse el industrial Charles Pickman en el Monasterio de la Cartuja para la producción de loza. Será clave en este fin de siglo y en los inicios del siglo XX la influencia ejercida por José Gestoso en los industriales trianeros, en los pintores y en lo más granado de la sociedad sevillana, para que la cerámica resurgiera con una fuerza enorme, culminando este momento con la celebración de la Exposición Iberoamericana de 1929. Pintores de primer nivel de este momento serán, por ejemplo, Manuel Arellano Campos, Manuel Rodríguez Pérez de Tudela o José Macías Macías.
EL SIGLO XX
El desarrollo de la cerámica de Triana se ve beneficiado por su uso como material decorativo asociado al estilo regionalista de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. En este contexto nacen fábricas de cerámica como Montalván, Ramos Rejano, Mensaque, Viuda de Gómez (actual Santa Ana), Santa Isabel, Laffitte… Es éste el periodo de máximo esplendor del sector hasta su decadencia en la década de los 70 del siglo XX. Es en esta época cuando se prohibió el uso de hornos de leña debido a la producción de humos, por lo que todos los conjuntos alfareros de Triana fueron clausurando sus viejos hornos siendo sustituidos por hornos eléctricos. Salvo un breve período de modernidad entre los años 60 y 70 que protagoniza la figura de Emilio García Ortiz, se mantuvo normalmente el estilo tradicional de la cerámica de la ciudad.
Estas fábricas dieron empleo a muchos vecinos de Triana. La cerámica se convirtió en un elemento vinculado al desarrollo del barrio durante el primer tercio del siglo XX. Estos conjuntos alfareros los encontramos en la actualidad integrados en el tejido urbano conviviendo con los usos residenciales y comerciales. También forman parte estas fábricas de la memoria de las personas que trabajaron preparando el barro, los esmaltes y colores, cargando los hornos, decorando piezas y pintando la cerámica de Triana.
técnicas cerámicas
técnicas de conformación
Introducción
La cerámica es el arte de fabricar objetos de barro, loza y porcelana. El origen de la palabra la encontramos en el término griego κεραμικό, (keramos, keramiko) que significa tierra quemada. Se considera cerámica toda pieza de arcilla, modelada y cocida, tenga o no esmalte; independientemente de la temperatura de cocción. Abarca desde los rústicos cacharros de terracota hasta la fina porcelana china.
En Sevilla se han venido utilizando diversas de técnicas cerámicas para conformar las piezas, al igual que en el resto de centros de producción de Andalucía, con ligeras variaciones que podrían considerarse propias de Triana/Sevilla.
Las técnicas de conformación son las que se usan para dar forma al objeto cerámico en función de su uso. Por lo general, podemos hacer dos grandes grupos: el de las piezas planas (generalmente azulejos) y piezas de volumen que abarcaría toda la cacharrería conformada a torno y posteriormente decorada, así como las piezas escultóricas, vidriadas o no.
Piezas planas
A. El azulejo.
Del árabe “AZ ZULAY”, losetas de barro cocidas (bizcocho), posteriormente vidriadas y con posibilidad de ser decoradas. Se trata de la pieza más común y es la que vamos a encontrar mayoritariamente en cualquiera de los espacios de la ciudad. Las medidas de los azulejos han ido cambiando a lo largo de los siglos, variando entre los 10 cm. y los 20 cm de lado (en el caso de piezas cuadradas). Los más comunes son de 12×12, 13×13, 15×15 y 20×20, aunque existen otras piezas de dimensiones mayores (14×28 cm.) Igualmente es variable su grosor a lo largo de los siglos, encontrándonos piezas desde los 12 mm y los 4 cm.
La conformación de estas piezas (azulejos) solía hacerse mediante moldes de madera (gabela) o hierro (matriz) en los que se depositaba la cantidad de barro adecuada y posteriormente se pasaba el rasero para igualar la superficie. Normalmente se ejerce una presión, sobre todo cuando el azulejo a conseguir presentaba algún dibujo que debía quedar grabado, ya sea con aristas salientes o hendidas.
Tipologías y sus usos más comunes.
1. Azulejos planos.
Se trata de aquellas piezas cuya superficie, independientemente de que se terminen esmaltando, es completamente lisa. Sus usos más frecuentes son el recubrimiento de espacios y habitáculos interiores, zócalos, escaleras, cuadros devocionales (retablos cerámicos). Si se dejaban vidriados monocromos, se destinaban a baños, cocinas o lugares de higiene. En el resto de las dependencias usaban los azulejos planos pintados con escenas diversas a demanda y gusto de los comitentes. En Andalucía se conoce este tipo de azulejos decorados como “planos o pisanos”.
Azulejo plano. Zócalo en el convento de la Encarnación de Osuna. Década de 1770.
2. Los azulejos con relieve.
Son aquellos que disponen de realce sobre un fondo plano. Nos podemos encontrar con varios tipos.
a) Azulejos de relieve propiamente dichos. Se trata de piezas realizadas entre los siglos XIII y XIV en Sevilla, con motivos, generalmente heráldicos, realizados en relieve obtenido mediante molde, que fundamentalmente fueron empleados como pavimentos para enterramientos. A este grupo de azulejos pertenecen los que Gestoso cita como aparecidos en la iglesia de Santa Marina, los de la nave del «Lagarto» de la Catedral Hispalense y los que llama de «San Andrés», de los cuales se conservan nueve ejemplares en el Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla.
Azulejos de relieve. Siglo XV. Lauda sepulcral. Capilla de San Simón y San Judas. Mezquita Catedral de Córdoba.
b) Azulejos de arista.- Están muy presentes en Sevilla y consisten en la impresión de unos dibujos sobre la superficie del azulejo mediante la correspondiente matriz, dejando una huella en relieve en forma de concavidades que se rellenarán con los esmaltes. Ello permitirá que los colores de las distintas zonas a cubrir no se mezclen con el contiguo y se contaminen. Esta conformación de los azulejos se empieza a hacer en Sevilla a mediados del siglo XV y ha perdurado hasta nuestros días. Resultaba bastante adecuado para los temas compuestos de líneas rectas, como las lacerías que imitaban los alicatados. Por el contrario, inicialmente no resultaban adecuados para el caso de que la decoración estuviera formada por líneas curvas o composiciones mixtas. La técnica fue mejorando a lo largo de los siglos, logrando adaptarse a la reproducción de cualquier diseño por complicado que fuese. Se va a emplear para ello la talla del negativo en una superficie, antiguamente de madera y después metálico, el cual se aplicaba posteriormente mediante presión a la loseta de barro aún fresco para provocar en esta una impronta con unos alveolos o cuencas separados por aristas, esta loseta, tras ser cocida (bizcochada), permitía la fácil distribución de los óxidos en tales alveolos, antes de su segunda cocción, destinada a vidriar la decoración aplicada.
Azulejos de arista. Hacia 1538. Zócalo en la Casa de Pilatos.
3. Los alicatados.
El alicatado es un revestimiento plano conseguido colocando pequeñas piezas de diferentes formas geométricas denominadas aliceres que, como comenta Gestoso, «los albañiles cortaban con la herramienta que se conoce con el nombre de «pico», de placas y losetas monocromas blancas, verdes, azules y meladas, yuxtaponiéndolas, y por tanto sin que entre ellas hubiese más línea divisoria que la del propio corte».
Alicatado. Siglo XIV. Patio de las Doncellas. Real Alcázar.
Piezas con forma
Se trata de piezas conformadas mediante técnica de modelado a mano o mecánico (torno), normalmente en talleres de alfarería. Pueden estar esmaltadas o simplemente bizcochadas.
Nos vamos a encontrar en Sevilla, y en resto de Andalucía, infinidad de formas y utilidades de esas piezas (para contener agua, aceites, granos, pan, alimentos, plantas,…), con nombres muy comunes: cantimploras, botijos, tinajas, lebrillos, alcarrazas, platos, escudillas, restregaderas, jarras, orza, queseras,…
Dentro de este apartado encontramos con una tipología de piezas de gran formato y usos menos comunes. Se trata de los brocales de pozos, pilas bautismales, fuentes, o vasos para rituales (Vasos de la Alhambra).
En Sevilla, estas piezas se muestran en los diferentes Museos (Arqueológico, Arte y Costumbres Populares y Bellas Artes), así como en colecciones particulares (Casa Condesa de Lebrija, Casa de Pilatos, Palacio de Dueñas) o en espacios religiosos (iglesias y conventos).
Piezas de la colección de Luis Porcuna Jurado en Osuna
Dentro de este bloque podemos considerar como piezas propiamente de «bulto», aquellas esculturas que modeladas o sacadas de moldes, representan figuras humanas u otras y son vidriadas o no, conociéndose en este segundo caso como terracotas.
En Sevilla podemos encontrar piezas de «bulto» de gran calidad que fueron ejecutadas por escultores de prestigio como es el caso de las figuras de terracota que aparecen en las diferentes puertas de la Catedral, en los sepulcros de personajes nobles (Sánchez Dalp, Condesa de Montemayor), en el Museo de Bellas Artes o la imaginería religiosa de muchas iglesias y conventos.
Llanto sobre Cristo Muerto. 1490. Pedro Millán. Museo de Bellas Artes de Sevilla
técnicas cerámicas
técnicas de decoración
Introducción
Convenimos que cualquier intervención en una pieza de barro, ya sea en su fase primera de conformación (en crudo) o bien en su terminación (actuación sobre el bizcocho o pieza cocida) con la intención de hacerla más funcional y atractiva, es una DECORACIÓN. Se trata pues, de la ornamentación de las piezas cerámicas usando diversos materiales, métodos y técnicas.
A lo largo de la historia, el hombre (mas propiamente el alfarero o ceramista) ha ido modificando la decoración de las piezas cerámicas acorde a sus necesidades y a los gustos estéticos de cada época. También, en función de los recursos que tenía a mano: torno, hornos, esmaltes, óxidos,… y por supuesto, dependiendo de su pericia y capacidad artística.
De manera esquemática podemos dividir la decoración cerámica en dos fases o momentos de intervención de acuerdo al siguiente esquema:
A. Intervenciones sobre la pieza cruda, sin cocer.
1. Decoraciones a base de sellos.
2. Decoraciones con mezclas de arcillas.
3. Decoración mediante el método del bruñido.
4. Decoración a base de la aplicación de dibujos o líneas sobre el bizcocho.
B. Intervenciones sobre la pieza bizcochada (cocida)
1. Alicatados.
2. Azulejos de cuerda seca.
3. Azulejos de cuenca o arista.
4. Inmersión total o parcial del bizcocho en el esmalte o en el vedrío.
C.- Otras técnicas de la decoración de los esmaltes.
1.- La pintura al agua o pisana.
2.- La pintura al aguarrás o a la grasa.
3.- Loza dorada o de reflejo metálico.
4.- La Trepa.
D.-Otras alternativas de impresión con pigmentos cerámicos.
1.- La calcografía.
2.- La serigrafía.
3.- La fotocerámica.
4.- La fotocopiadora cerámica.
En el torno. Fotografía de JMJ. Rivas
A. Intervenciones sobre la pieza cruda.
En esta fase inicial del proceso creativo del hombre, con la pieza sin cocer, antes de ser sometida al fuego, nos encontramos con:
1. Decoraciones a base de sellos, estampillas, incisiones, canaladuras o improntas con diversos objetos sobre la superficie de la pieza cruda. (Saber más).
2. Decoraciones con mezclas de arcillas de distintas tonalidades conocido como neriage. (Saber más).
3. Decoración mediante el método del bruñido. Se trata de rozar insistentemente con un objeto duro (piedra de ría,…) sobre el barro sin cocer (estado dureza de cuero) hasta conseguir que todos los poros externos queden sellados y se consiga un brillo natural. (Saber más).
4. Decoración a base de aplicar dibujos o líneas sobre el bizcocho con engobes (arcillas líquidas) de color diferente a la arcilla de la pieza, logrando un contrataste cromático que refuerza la ornamentación. (Saber más).
Independientemente de esta primera intervención sobre el barro aún crudo, las piezas debían someterse al fuego y, posteriormente, podían sufrir una segunda intervención decorativa a base de aplicaciones de esmaltes y de óxidos.
En Sevilla pueden encontrarse cerámicas que responden a estos patrones decorativos, principalmente en Museos y colecciones particulares ya que son, por lo general, piezas procedentes de excavaciones arqueológicas o conservadas en anticuarios, coleccionistas o herencias patrimoniales.
Quizás el ejemplo más interesante lo tengamos en la colección de piezas de origen hispanomusulmán o mudéjar existente en el Palacio de la Condesa de Lebrija, en el Centro de la Cerámica Triana y en el Museo Arqueológico. (Saber más).
Tinaja estampillada. Primer tercio del siglo XIV. Fotografía de Pedro Riaza.
B. Intervenciones sobre la pieza bizcochada (cocida).
En este momento decorativo, una vez cocida la pieza a la temperatura adecuada (las cocciones oscilan entre los 900º y los 1200º), se suele intervenir nuevamente mediante la aplicación de esmaltes cerámicos. Se trata de una capa vítrea que da a la arcilla brillantez, impermeabilidad y dureza.
Se trata pues de una técnica de acabado consistente en el recubrimiento de la superficie cerámica con una capa opaca. El esmaltado puede tener una intencionalidad de acabado o bien un carácter eminentemente estético, mediante técnica compleja que combina el esmaltado con el pintado (mano alzada, esponjado, estarcido, trepado, etc.) (Saber más).
Dentro del amplio campo de intervenciones decorativas en las que tiene un protagonismo el esmalte, nos vamos a encontrar con diferentes soluciones que se han ido practicando a lo largo de los últimos siglos.
1. Alicatados. El alicatado es un revestimiento plano conseguido colocando pequeñas piezas de diferentes formas geométricas («Aliceres») que, como comenta Gestoso, «los albañiles cortaban con la herramienta que se conoce con el nombre de «pico», de placas y losetas monocromas blancas, verdes, azules y meladas, yuxtaponiéndolas, y por tanto sin que entre ellas hubiese más línea divisoria que la del corte».
El alicatado fue el primer revestimiento cerámico utilizado en Al-Ándalus para adornar los muros interiores de las edificaciones, ya que para los exteriores y los pavimentos de las casas se conocía el uso de las losetas esmaltadas con estaño.
En Sevilla, los zócalos de alicatado más sobresalientes pueden admirarse en Los Reales Alcázares, en la Iglesia de San Gil y en la Casa Olea, y también pueden verse muestras de alicatado en la portada del monasterio de San Isidoro del Campo y en las ventanas y fachada lateral de la iglesia de Ómnium Sanctorum. (Saber más)
Panel de cuatro azulejos para zócalo en cuerda seca. Finales del siglo XV. Centro del Mudéjar. Sevilla
2. Azulejos de cuerda seca. La elaboración de los alicatados suponía tal dificultad y tan elevado coste, tanto en mano de obra como en tiempo, que «hizo pensar «, dice Gestoso, » a los ceramistas y albañiles de aquel tiempo, en adoptar un sistema que fuese más fácil y económico y que viniera a producir análogo efecto, y entonces, inventaron la labor llamada en documentos de esta época de cuerda seca», procedimiento que, por otro lado, era conocido desde época califal y muy empleado en la decoración de vajillas y que, siguiendo a Gestoso «Consiste en imprimir sobre el barro por medio de una placa o matriz metálica, que algunos creen que fue de madera, cualquier dibujo, quedando en relieve las líneas y perfiles de los adornos, las cuales por uno y otro lado a su vez, ofrecen también líneas que se ven rehundidas, y además, hállanse perfiladas con grasa y manganeso, cuyas sustancias dejan aisladas por completo las tintas polícromas con que son esmaltados los referidos adornos y figuras del azulejo. El pincel cargado del vidrío deposita en los centros los diferentes esmaltes y por consiguiente, vienen a resultar en cada uno de los espacios circunscritos por las líneas del manganeso, unos adornos en bajísimo relieve.
3. Azulejos de arista. El procedimiento de cuerda seca para decorar los azulejos, que venía realizándose en Sevilla desde mediados del siglo XV, resultaba bastante adecuado para los temas compuestos de líneas rectas, como las lacerías que imitaban los alicatados, pero no lo era tanto cuando se impuso la necesidad de realizar otros diseños que incorporaban líneas curvas o mixtas (tomados en su mayoría de los tejidos al uso de la época). Surgió, por ello, una innovación técnica que consistía en tallar el dibujo en negativo sobre un molde, que al principio fue de madera y después metálico, el cual se aplicaba posteriormente mediante presión a la loseta de barro aún fresco para provocar en ésta una impronta con unos alveolos o cuencas separados por aristas, que después de ser bizcochada la loseta, permitía la fácil distribución de los óxidos en tales alveolos, antes de su segunda cocción. Así nació el azulejo de cuenca o arista.
4. Inmersión total o parcial del bizcocho en el esmalte o en el vedrío. Es el recurso más común dentro de la actividad alfarera. La pieza se solía sumergir en una pila que contenía el vidriado, (generalmente blanco, melado o verde) que quedaba adherido (capa entre 3-5 mm) a la pieza, para luego fundirse con ella en el horno. Actualmente, la tecnología y los gustos estéticos han propiciado infinidad de tonalidades de esmaltes, de composición y comportamientos muy diversos.
El recubrimiento vítreo más común que vamos a encontrar en la cerámica sevillana es el esmaltado estannífero, formado por sílice con fundentes de plomo, alcalinos o bóricos conteniendo estaño como opacificante, dando lugar a un color blanco, heterogéneo, brillante y opaco. Sobre ellos -decoración sobre cubierta- se puede aplicar una decoración mediante óxidos colorantes.
Si el esmalte es traslucido, que no contiene opacificantes, se habla de vidriado. Solían contener en su composición plomo (esmaltes plumbíferos). Podemos concluir con que esmaltado y vidriado son procedimientos distintos, diferenciados por el añadido o no de un opacificante que le aporta opacidad o lo deja transparente.
El vedrío o vidriado tiene un uso mayor en la alfarería, mientras que el uso del esmaltado está más generalizado en la cerámica. (Saber más).
Pintura al agua con repaso a la grasa. Escena de la feria de ganado. Plaza de España de Sevilla. Enrique Orce en la fábrica de Tova Villalva. 1926.
C) Otras técnicas de la decoración con esmaltes. Podemos citar, entre las más utilizadas en la cerámica sevillana, las siguientes aplicaciones:
1. La pintura al agua o pisana. Es la técnica decorativa más extendida en Sevilla desde el siglo XV cuando Niculoso Pisano la introdujo en España. Se trata de convertir a la pieza en la que se ha de intervenir en un “lienzo” blanco, de composición a base de plomo y estaño, por lo tanto opaco. Posteriormente se realiza el dibujo que se pretende realizar mediante un perfilado de óxidos de manganeso (antiguamente a base de minio). Seguidamente se van aplicando los colores hasta que quedan fijados por el horno. Esta técnica también es conocida por “pintura sobre cubierta”.
2. La pintura al aguarrás o a la grasa. Se trata de una variante de la anterior ya que se ha de cocer la pieza esmaltada previamente e intervenir sobre la superficie vidriada. Los óxidos colorantes empleados para el dibujo no pueden, en este caso, diluirse en agua ya que resbalaría sobre el vidriado. De ahí que haya que recurrir a una grasa (también al aguarrás o a la esencia de trementina). Terminado el dibujo, ha de someterse nuevamente al horno (tercera cocción). Esta técnica se ha generalizado a partir de mediados del siglo XX en Sevilla. (Saber más)
Pintura al aguarrás. Esperanza Macarena en la fachada de su basílica. Calle San Luis. Antonio Morilla Galea. 1966.
3. Loza dorada o de reflejo metálico. Técnica decorativa que, aplicada sobre una superficie previamente esmaltada, proporciona un brillo parecido al de algunos metales. Se consigue después de un largo proceso por el que se somete a un objeto cerámico a tres cochuras: tras la primera, la superficie de la pieza bizcochada es cubierta por un barniz blanco, de plomo y estaño, a la vez que se trazan los motivos en azul cobalto en el caso de incluir esta decoración, posteriormente se somete a temperaturas de 800ºC para conseguir su vitrificación; por último se aplican sulfuros de cobre y plata desleídos en vinagre y se vuelve a cocer a 600ºC en atmósfera reductora, la falta de oxígeno hace que la atmósfera del horno absorba el oxígeno de los óxidos depositándose los metales sobre la pieza.
4. La Trepa. Es un procedimiento semiindustrial de ilustrar azulejos. Consiste en una plantilla recortada de papel o cartón encerado que se confeccionaba para cada uno de los colores que formaban el diseño, así que cada pintora -ya que eran en general mujeres las decoradoras- aplicaba en una cadena una de las plantillas y su color hasta completar entre varias la decoración. Procedimiento que facilita el trabajo al ceramista cuando tiene que pintar muchos azulejos en los que el motivo se repite, como pueden ser fondos de paneles o zócalos.
D. Otras alternativas de impresión con pigmentos cerámicos.
Las nuevas tecnologías están desarrollando nuevas formas de intervenir y decorar cerámicas. El autor, por lo general, se ocupa solamente del diseño. El resto corresponde a la tecnología existente para llevar a cabo las transferencias de las imágenes diseñadas: calcografía, serigrafía, fotocerámica o fotocopiadora cerámica.
Estas técnicas, bien usadas, pueden ser un recurso artístico complementario de primer orden, si bien estamos viendo de un tiempo a esta parte, que se están usando -sobre todo la fotocerámica- para imitar la cerámica pintada a mano, llegando a verse reproducciones de cerámicas de siglos pasados mediante este sistema, que pone en peligro la ya precaria situación de los artistas y artesanos de este gremio.
ESPACIOS CERÁMICOS SEVILLANOS
PARQUE DE MARÍA LUISA
El célebre parque de María Luisa, llamado así por la infanta del mismo nombre, hermana de la reina Isabel II, el cual cumplió en 2014 el primer centenario de su creación, tras la donación que ella efectuó a la ciudad de los jardines del palacio de San Telmo, que ocupó durante varios años junto a su marido, el duque Montpensier, conserva uno de los más extensos y variados conjuntos de cerámica de nuestra ciudad.
De cara a la exposición Iberoamericana, celebrada en 1929, se crearán en este parque y su entorno multitud de glorietas, monumentos y edificios donde la decoración cerámica será predominante, como obra cumbre del regionalismo sevillano.
Aquí por ejemplo, destacan las glorietas de Cervantes, Más y Prat, de Luis Montoto o de los Álvarez Quintero, plagadas de bellas piezas de azulejería de Triana.
Dentro de este conjunto sobresalen sin duda los conjuntos contenidos en los grandes edificios de la Exposición, como son la Plaza de España a la cabeza, los pabellones de los diversos países o el hotel Alfonso XIII y el Coliseo España, grandes exponentes del regionalismo, donde las más célebres fábricas de cerámica y muchos de los pintores activos en el momento dejaron buena cuenta de su buen hacer.
REALES ALCÁZARES
Situados en la zona más monumental de Sevilla, junto a la Catedral y su Giralda, y separado por sus murallas del barrio de Santa Cruz, constituye el palacio más antiguo e importante de la ciudad de Sevilla. Iniciada su construcción en el siglo X, se engrandeció durante las etapas renacentista y barroca, por lo que contiene en sus patios, alcobas, salas, huertas y jardines ejemplos de la azulejería sevillana de prácticamente todas las épocas. Sus estancias están relacionadas con reyes tales como Al-Mutamid, Fernando III de Castilla, Alfonso X el Sabio, Pedro I, los Reyes Católicos, Carlos I, etc. ya que desde sus orígenes hasta la actualidad ha venido siendo utilizado como Casa Real.
Dentro de los Reales Alcázares Sevillanos, en el Palacio del Rey Don Pedro de estilo mudéjar, edificado entre 1364 y 1366, se encuentra el mayor y más hermoso conjunto de alicatados que puede verse en la ciudad de Sevilla, de los que destacamos los que forman los zócalos del Patio de las Doncellas.
En cuanto al azulejo plano o pisano hay que destacar el Oratorio de los Reyes Católicos, situado en la planta alta y formando parte del llamado Cuarto de la Reina, donde permanece el Retablo de la Visitación, realizado por Niculoso Pisano en 1504, y que es considerado como una de las obras maestras de la azulejería española de todos los tiempos. Si son visitables, sin embargo, los Salones de Carlos V, en cuyas paredes pueden contemplarse los zócalos realizados por Cristóbal de Augusta entre 1577 y 1583.
El azulejo de arista está también representado en el Cenador de Carlos V, cuyas paredes están recubiertas por azulejos de este tipo realizados en los talleres de los hermanos Polido, en el que destaca el rico repertorio de grutescos. Además, se encuentran repartidos por diversos espacios varios escudos realizados a finales del siglo XIX y principios del XX, en cuya colocación debió influir mucho la personalidad de José Gestoso.
CATEDRAL
En la Catedral de Sevilla podemos encontrar una variada muestra del trabajo del barro y la cerámica de nuestra ciudad. Desde las maravillosas portadas con las terracotas de Mercadante de Bretaña y Pedro Millán (Bautismo y Nacimiento), de Miguel Perrin (Perdón, Palos y Campanillas), pasando por los elementos de alfarería que fueron usados en la construcción de sus cubiertas a base de vasijas de diversa tipología o las tejas vidriadas en verde y blanco para conducir el agua sobre los arbotantes, hasta llegar a diversos frontales de altar de azulejo plano o de arista fechados en el siglo XVI.
Por último, habría que destacar la influencia de Gestoso en el diseño y ejecución de tres frontales de altar fechados a inicios del siglo XX ubicados en tres pequeñas capillas (Niño Mudo, Encarnación y Concepción).
CASA SALINAS
La Casa Palacio Salinas fue construida en el siglo XVI gracias al florecimiento del comercio sevillano con América. Situada en la calle Mateos Gago, en la zona monumental del casco antiguo, muy cercana a la de la Catedral, la Giralda y el Alcázar, esta casa señorial era la vivienda de unos ricos comerciantes. A principios del siglo XX sería restaurada por la familia aristocrática de los Salinas, reconstruyéndose sus primitivas estructuras. Es una de las casas-palacio, de propiedad privada que sigue siendo una residencia privada.
El patio es lo más destacado. Está rodeado por columnas de mármol con arcos de medio punto que cubren y dan soporte a las galerías, la superior, con balaustrada y acristalada con vidrieras, todo decorado con yeserías platerescas. Las puertas son procedentes de antiguos conventos, al igual que el suelo de barro decorado con azulejos, típico del siglo XVI. Las paredes están adornadas también con zócalos de azulejos de cuenca o arista del siglo XVI, conservándose diversos modelos.
En la entrada del palacio se conserva un hermosos azulejo de hacia 1900 firmado por Manuel Arellano con una vista de Sevilla que copia un grabado de Pedro Tortolero de 1738.
CONVENTO DE SANTA PAULA
Fundado en 1475, por Doña Ana de Santillán y de Guzmán para las religiosas de la Orden de San Jerónimo, la edificación de su Iglesia, que es la parte visitable, fue patrocinada por doña Isabel Enríquez, marquesa de Montemayor, y se realizó entre 1483 y 1489.
A través de una modesta portada de ladrillo se accede al compás ajardinado del convento al que se abre la portada de la Iglesia, obra datada en 1504, muy interesante por la combinación de elementos mudéjares (fábrica de ladrillo), góticos y renacentistas, y en la que sobre el fondo de azulejos de Niculoso, se sobreponen siete medallones de terracota vidriada, de los cuales, el de la Natividad se ha atribuido a Andrea della Robbia, y los otros que representan a distintos santos son obra del imaginero Pedro Millán, como lo atestigua la firma que se lee en el medallón que representa a los Santos Cosme y Damián.
Ya en el interior del templo, destacan, en lo que a azulejería se refiere, los zócalos realizados con la técnica de cuerda seca que revisten la capilla mayor, junto con el escudo realizado con la misma técnica que adorna el Sepulcro de D. León Enríquez ,y que está coronado por una inscripción realizada también en cuerda seca.
En el resto de la iglesia pueden ser admirados también los zócalos atribuidos a Hernando de Valladares.
CASA DE PILATOS
El Palacio de los Duques de Medinaceli o Casa de Pilatos, cuya portada principal se abre a la plaza de Pilatos, se comenzó a edificar tras su compra en 1483, aunque las obras fundamentalmente responsables de su aspecto actual fueron efectuadas por D. Fadrique, I Marqués de Tarifa, durante la primera mitad del siglo XVI, tras haber realizado un largo viaje por Europa y haber peregrinado a Tierra Santa.
Desde el punto de vista de la azulejería sevillana, este importante Monumento Histórico-Artístico de la ciudad de Sevilla contiene la más importante colección de azulejos de cuenca o arista que pueden contemplarse en España, y que son obra de los alfareros Diego y Juan Polido, que los realizaron entre 1536 y 1538, y que recubren los zócalos del patio principal, salones adyacentes y su magnífica escalera principal.
También posee la Casa de Pilatos una de las escasas representaciones de azulejos de cuerda seca, componiendo los zócalos y altar frontal de la capilla, la parte más antigua del palacio.
Igualmente, en sustitución de un antiguo escudo pintado en el exterior del torreón de la escalera del palacio se ubica un gran azulejo con la heráldica de los Medinaceli realizado a principios del siglo XX por el ceramista Antonio Romero Pelayo.
PLACAS DE OLAVIDE
Hasta 1770 Sevilla conserva la estructura formal de siglos anteriores. El casco urbano, de carácter medieval, se había ido enriqueciendo desde el siglo XVI con hermosas edificaciones, paseos, plazas y pavimentaciones de sus calles. Pero no había conseguido una ordenación municipal a tono con su categoría. Barrios, parroquias y collaciones carecían de contornos precisos y aún desaparecían o cambiaban sus nombres a compás de los vaivenes de la moda o el gusto popular, que era quien, en definitiva, bautizaba calles, paseos y arrabales.
Esta anarquía en la ordenación urbana es la que se pretendió remediar en tiempos del Asistente Olavide dividiendo la ciudad en cuarteles, barrios y manzanas, siguiendo el ejemplo de Madrid.
Para la señalización de todo lo expuesto se usó la cerámica. De manera muy sencilla y fabricadas en Triana, se distribuyeron por toda la ciudad un sinfín de placas de formato vertical y rectangulares pintadas de una manera muy clara y sencilla: un borde azul y sobre fondo blanco el texto. Remata cada azulejo en la parte superior una pequeña cruz.
PALACIO DE LA CONDESA DE LEBRIJA
El Palacio Lebrija es una edificación que data del siglo XVI XVII y fue remodelado en el siglo XX. Debe su nombre a la Condesa de Lebrija, Doña Regla Manjón y Mergelina, que lo adquirió en 1901 y lo sometió a una profunda remodelación y enriquecimiento decorativo, a base de azulejería de los siglos XVI al XX, así como mosaicos romanos procedentes de excavaciones arqueológicas de Itálica comprados a coleccionistas privados o aparecidos en terrenos de su propiedad, además de estatuaria, brocales de pozo, cerámica musulmana, mobiliario y joyas. En concreto, la azulejería procede de su casa palacio en la localidad de Arcos de la Frontera (Cádiz) y de varios conventos de las órdenes carmelita y agustina, clausurados en Sevilla a raíz de la desamortización. Los paños de azulejos ejecutados en los primeros años del siglo XX fueron encargados a los más prestigiosos pintores y talleres activos en Triana.
MUSEO DE BELLAS ARTES
El museo de Sevilla contiene una destacada colección de obra cerámica. Por un lado podemos apreciar la decoración parietal desde el propio vestíbulo, pasando por los diversos patios del antiguo convento de la Merced (patio del Aljibe, de los Bojes o el Mayor). Estos zócalos o retablos cerámicos provienen en su mayoría de los diversos conventos que fueron desamortizados en la ciudad en el siglo XIX, destacando los procedentes del convento del Pópulo. Aquí podemos observar obras de Augusta o los Valladares, además de otras anónimas de gran calidad.
Ya en sus salas se encuentran terracotas de Pedro Millán, Mercadante de Bretaña o Torrigiano, además del excelente azulejo de la Virgen con el Niño de Pisano.
Hay mucho no expuesto, destacando una magnífica colección de piezas procedente del legado del propio José Gestoso, siendo muchas de estas piezas ejecutadas por él mismo.
CENTRO CERÁMICA TRIANA
La creación del Centro Cerámica Triana persigue representar la historia de la tradición alfarera en Triana, así como servir de centro neurálgico de recepción, interpretación y estructuración de la visita al barrio. Todos los elementos con significado arqueológico, antropológico y arquitectónico son mostrados en su contexto original: los hornos han sido restaurados y puestos en valor, y se conservan los recorridos y las relaciones de las distintas profesiones que se aunaban en la misma localización. La propuesta arquitectónica se organiza desde la puesta en valor del conjunto, así como otros de indudable valor espacial, etnológico y antropológico. El centro cuenta con dos plantas: la baja, en la que se muestra una exposición permanente y visita de los restos puestos en valor para la interpretación de la cerámica sevillana; y la planta alta, centro de documentación especializado, así como un espacio para la interpretación y guía de los itinerarios turísticos del barrio de Triana.
El Centro Cerámica Triana, creado en la antigua fábrica de Santa Ana, ubicada en Triana y uno de los últimos centros de producción de cerámica de Sevilla capital, cuenta con piezas cerámicas ideadas por Aníbal González y que decoraron la monumental Plaza de España, piezas de la colección museográfica del Ayuntamiento hispalense, obras prestadas por el coleccionista Vicente Carranza, la Junta de Andalucía y el Estado, con una selección a cargo del catedrático de historia del arte Alfonso Pleguezuelo.
Igualmente, son visitables varios hornos históricos, alguno de ellos del siglo XVI, el pozo de agua, los depósitos de arcilla, las molinas de minerales, las almágenas o recipientes para guardar los pigmentos preparados, el torno de alfarero, las tablas de oreo de piezas y secado de moldes o el tablero donde los pintores decoraban los grandes paneles de azulejos. Se trata, en todos los casos, de antiguos equipamientos pertenecientes a la fábrica de cerámica de Santa Ana.
IGLESIA DE SANTA ANA
La iglesia de Nuestra Señora Santa Ana es una de las más antiguas de Sevilla, siendo la primera iglesia que la ciudad levanta de nueva planta tras la conquista cristiana. Comenzó a edificarse en 1266, a instancias del Rey Alfonso X el Sabio. El notable edificio religioso fue reedificado parcialmente en la segunda mitad del XIV, ampliado en el siglo XV y XVI, y remodelado tras el terremoto de 1755 (1756-1780). Consta de tres amplias naves, en cuyos muros laterales existen diversas capillas y altares, pertenecientes a diferentes épocas, la mayoría de ellas decoradas con profusión de cerámica, tanto en muros como en frentes de altar, cuya antigüedad abarca desde principios del siglo XVI hasta el presente siglo XXI. Sin duda la obra de azulejería más importante es la Lauda sepulcral de Iñigo López, obra de 1503 firmada por el ceramista italiano Niculoso Francisco Pisano, que tuvo su taller muy cerca de este templo.
Azulejos de arista, zócalos de azulejo plano del siglo XVI, obras barrocas como el chapitel de su torre o un azulejo firmado por Juan Díaz en 1798 y también ejemplares del siglo XIX y XX como el zócalo de la capilla sacramental de obra de Manuel Castillo y Montalván, un frontal de Manuel Arellano o sus bellos retablos cerámicos de las fachadas, realizados en la fábrica de Hijo de José Mensaque. Sin lugar a dudas constituye este templo uno de los mejores y más variados conjuntos cerámicos de la ciudad.
ENLACES
PARQUE DE MARÍA LUISA Y PLAZA DE ESPAÑA
Monográfico Parque de María Luisa y plaza de España
CASA DE PILATOS
Monográfico sobre la cerámica en la Casa de Pilatos
CONVENTO DE SANTA PAULA
Portada de la Iglesia del convento de Santa Paula
PALACIO DE LA CONDESA DE LEBRIJA
Monográfico. Palacio de la Condesa de Lebrija
MUSEO DE BELLAS ARTES
Monográfico. Museo de Bellas Artes
REALES ALCÁZARES
Panel de la Puerta del León
Altar de la Visitación
Colección permanente de cerámica. Casa del Asistente
Retablo cerámico con Inmaculada
PLACAS DE OLAVIDE
Monográfico. Las placas cerámicas de Olavide en Sevilla
CENTRO CERÁMICA TRIANA
Monográfico. Centro Cerámica Triana
IGLESIA DE SANTA ANA
Monográfico. La cerámica en la Real Parroquia de Señora Santa Ana en su 750 aniversario